Sitio de la ciudad de Rivas. Batalla del 11 de Abril de 1857. Rendición de Walker
Los ejércitos aliados permanecían en San Jorge y Walker, fortificado en Rivas con más de 1.000 hombres, ocupaba también el puerto de San Juan del Sur.
Al mismo tiempo, el General Mora, teniendo noticias de que nuevas remesas de aventureros llegaban de los Estados Unidos y se organizaban en San Juan del Norte, situó en La Trinidad una columna de 200 hombres al mando del mayor don Máximo Blanco, con objeto de impedir que el enemigo abriera nuevas operaciones sobre el río. También dispuso que Mr. Cauty, jefe de los vapores, se situara en el Castillo Viejo.
En realidad, más de 400 filibusteros organizados por un tal S. A. Lock-ridge y un llamado Coronel H. T. Titus, sirviéndose de un vapor ya puesto en desuso, pero que fue prontamente reparado, remontaron el río, y el 6 de febrero atacaron sin resultado La Trinidad. Dos días después, repitieron el ataque, con artillería a bordo y 400 hombres por tierra, y de nuevo fueron rechazados por la fuerza del Mayor Blanco. Con algunas alternativas se mantuvieron los fuegos hasta el 13, y en esa fecha, por la noche, nuestra valiente columna, falta de parque y de provisiones, y muy inferior en número al enemigo, se retiró concentrándose al muelle de Sarapiquí.
Ocupada La Trinidad, pronto los filibusteros en número de 200, atacaron vigorosamente el Castillo Viejo, y lograron estrechar en el círculo del morro la pequeña guarnición que lo defendía a las órdenes del capitán Montes de Oca y de Mr. Cauty. Estos pudieron dar aviso de su situación al fuerte de San Carlos, y en el acto fue despachada una fuerza de 70 rifleros, la cual, guiada por los intrépidos oficiales Ortiz, Alvarado y Brenes, acometió a los invasores con tal bravura, que en corto tiempo los desalojó, causándoles pérdidas considerables.
Entonces Mr. Cauty inventó la estratagema de llenar de pólvora y leña una barca y de abandonarla, como por casualidad, para que los enemigos la aprovecharan, logrando de esta suerte volarles un vapor con toda su tripulación, y desalentarlos al grado de que abandonaran su empresa y se refugiaran en San Juan del Norte. Walker mismo describe el terror que se apoderó de aquellos aventurero? en SU fuga, asegurando que muchos de ellos descendieron el río en simples trozos de árboles.
Mr. Cauty, con órdenes al efecto, emprendió en seguida la persecución de los fugitivos y al llegar a San Juan del Norte tomó el vapor Crayton, declarándolo buena presa.
En el puesto mencionado, Mr. Cauty, por parte de Costa Rica, y el Comodoro de la flotilla inglesa celebraron un arreglo mediante el cual muchos de los filibusteros que allí estaban, aceptaron pasaje a Nueva Orleans en el vapor de guerra Tartar de Su Majestad Británica.
Para que mejor se comprenda la política enérgica y resuelta del Gobierno de Costa Rica contra los filibusteros, desde que aparecieron en Nicaragua, y para que mejor se aprecie la gran importancia de los triunfos de nuestro improvisado ejército de labradores y artesanos, véase lo que Walker dice a este respecto. Es lo siguiente:
«Durante la tentativa que hizo Lockridge para abrir el Tránsito, los trabajos de los amigos de Nicaragua en los Estados Unidos, habían sido activos y provechosos que en ninguna época anterior. Los Estados del Sur, convencidos de la imposibilidad de introducir la esclavitud en Kansas, se prepararon para concentrar sus esfuerzos sobre Centro América; y no sólo los hombres enviados a San Juan del Norte eran de buena calidad, sino que estaban provistos de excelente armamento y equipo. Si los mismos esfuerzos y los mismos gastos se hubieran hecho tres meses antes, el establecimiento de los americanos en Nicaragua hubiera sido asegurado contra todo percance» (1).
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Los aliados continuaban en San Jorge, y el General Mora se empeñaba en que fueran ocupados La Virgen y el puerto de San Juan del Sur, para evitar que Walker recibiera refuerzos de California como sucedía por cada vapor; pero sobre este punto no estaban de acuerdo los jefes aliados, y aunque una fuerza de 300 hombres, al mando del General Jerez, se posesionó de La Virgen, luego el jefe Xatruch la hizo regresar a San Jorge.
Walker, mientras tanto, no estaba inactivo. En la madrugada del 4 de febrero dio una sorpresa a los aliados, habiendo hecho penetrar sin ser visto uno de sus mejores cuerpos, hasta una de las principales trincheras de la plaza. La sorpresa fue completa y pavorosos los primeros momentos; pero recobrado el ejército aliado, se defendió con denuedo, y luego una parte de la columna del General Cañas, a las órdenes del General Jerez, atacó con bravura rechazando al enemigo, al propio tiempo que éste era acometido vigorosamente, por retaguardia, por una fuerza de 25 de nuestros valientes liberianos y 25 nicaragüenses al mando del General don Agustín Hernández, la cual ocupaba una posición estratégica ignorada por los filibusteros. La derrota de éstos fue completa y poco después de las ocho de la mañana emprendieron su regreso a Rivas. En esa acción el General Jerez fue herido en la cara, quedándole la cicatriz que marcaba su labio superior.
El 7 al amanecer, el enemigo, cubierto por parapetos formados en la noche con cajones llenos de tierra, comenzó un cañoneo que duró hasta las tres de k tarde, sin causar grave daño. Hizo 114 tiros, después de los cuales parece que intentaba un asalto que sus tropas no quisieron dar, y con noticia de la llegada del buque de guerra de los Estados Unidos, St. Mary a San Juan del Sur, regresó precipitadamente a Rivas.
El 8 Walker, al canjear un prisionero con el General Cañas, le propuso una entrevista que calificó de muy conveniente en su carta; pero que el jefe costarricense no admitió.
No ocurrió ningún hecho notable desde entonces, y, mientras tanto, el efecto de la proclama del Presidente Mora, ofreciendo el perdón y auxilios para el regreso a los Estados Unidos a los filibusteros que desertasen, hacía sus efectos, y aun se dio el caso de que una compañía entera pasase a presentarse a nuestras autoridades en la frontera.
No faltaron, sin embargó, algunos encuentros .de avanzadas hasta el 4 de marzo, cuando se recibió noticia de que Walker preparaba un movimiento sobre San Juan del Sur, y se resolvió frustrarlo en previsión de que tuviera por objeto concentrar nuevos refuerzos que le llegaran a aquél puerto.
A ese fin el General Chamorro, con 500 hombres, entre los cuales iba el Mayor costarricense don Juan Estrada, con 150 de los nuestros, tomó posiciones en la hacienda El Jocote, y mandó a Estrada a cortar la vía del Tránsito, como a una milla de allí, donde encontrando una partida de filibusteros, el bravo Mayor la deshizo completamente y le tomó tres prisioneros. Luego, habiéndose concentrado a El Jocote toda la columna reunida, contramarchaba en busca de la fuerza que se suponía habían destacado de Rivas, a proteger a los que acababan de ser derrotados, y, en efecto, en el llano del Coyol se les enfrentó Sanders con 300 invasores.
El General Chamorro mandó en el acto a cargar sobre el centro enemigo al valiente Capitán don Faustino Guardia, con la primera compañía de rifleros costarricenses, y dio todas las demás órdenes del ataque, dirigiendo con acierto la acción hasta poner al enemigo en completa derrota, dejando 35 muertos en el campo.
En el parte del General Chamorro se encomia la intrepidez del Mayor Estrada y se elogia el valor del Capitán Guardia, del Teniente don José María Rojas y de otros denodados oficiales y soldados.
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Por fin se resolvió poner sitio a Rivas para estrechar cada vez más al enemigo, y al emprender las operaciones al efecto, Walker, que había estado preparándose, atacó de nuevo a los aliados el 16, rompiendo un fuego vivo de artillería.
Una hora después, el General Jerez, con 500 soldados, salió a ocupar una hacienda en el lugar llamado Cuatro Esquinas, punto muy ventajoso para el sostenimiento del sitio. El combate en San Jorge duró hasta las cuatro y media de la tarde y los filibusteros al retirarse se encontraron con la fuerza del General Jerez y empeñaron un nuevo combate, retirándose a Rivas por caminos extraviados.
De las acciones del 16, el General don José María Cañas, dio el parte siguiente:
San Jorge, 17 de marzo de 1857.
Señor Ministro de Hacienda y Guerra de la República de Costa Rica. Comandancia General del Ejército de Nicaragua y las Divisiones Aliadas de Costa Rica y El Salvador.
Honorable señor: El enemigo, al rayar el sol del día de ayer, atacó con el grueso de su ejército y con su artillería nuestras fortificaciones. 400 cañonazos arrojó de las 6 de la mañana a las 4 de la tarde, causando por fortuna pocas víctimas. Durante estas horas de cañoneo incesante, partidas de nuestras tropas salieron a batirse cuerpo a cuerpo con el enemigo, para favorecer los fuegos que les hacía el señor General Jerez, que, con 500 hombres, había salido a picar su retaguardia. No pudiendo el enemigo avanzar ni un palmo de tierra del punto donde se había situado hacia nuestro campamento, buscó su salvación en la retirada a su Cuartel General, dejando el campo sembrado de cadáveres y llevándose cuatro carros cargados de heridos.
El señor General Jerez, fortificado en una casa sita en el camino por donde precisamente el enemigo debía hacer su ingreso a la plaza de Rivas, empeñó a las cinco de la tarde un reñido combate, en el cual nuestras tropas, haciendo un fuego vivo por todas direcciones, introdujeron en aquél el desorden y la confusión hasta obligarlo a realizar su entrada por sendas diversas. Multitud de filibusteros fueron muertos en este nuevo encuentro de armas.
Me es plausible manifestar a U. S. que nuestros soldados han peleado, como siempre, con valor, con ardor y con denuedo, y que los jefes y oficiales han cumplido, cada uno en su escala, con el deber que les impone su honor militar; pero me es sensible comunicar a U. S. una pérdida de oficiales y tropa de no poca consideración (6 muertos y 21 heridos).
Reservándome poner después en las estimables manos de U. S. el parte circunstanciado de esta gloriosa acción, y felicitando a S. E. el señor Presidente de la República por el laurel que en el campo de batalla han vuelto a recoger los valientes costarricenses que se me han confiado para defender la integridad del territorio centroamericano, tengo la complacencia de firmarme de U. S. muy atento y deferente servidor.
José M. Cañas
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Los gobiernos de los otros Estados, deseando la terminación de la guerra y, para obtener este fin, la unidad de acción, nombraron General en Jefe de los ejércitos expedicionarios de Centro América al General don José Joaquín Mora.
Ese nombramiento fue un acto de reconocimiento a Costa Rica, que desde el primer momento, comprendiendo el peligro que corría la independencia de la América Central, no omitió sacrificio para sostenerla resueltamente; y fue Un acto de justicia para el señor Mora, a quien corresponde el honor de haber sido el primero que dio una derrota a los invasores, que era uno de los héroes del 11 de abril de 1856, y el jefe del ejército que dominaba el río San Juan y el Lago que era la muerte del filibusterismo.
La campaña continuó con mayor actividad. Los ejércitos aliados levantaron el campo de San Jorge el 17 de marzo y se establecieron en la hacienda Cuatro Esquinas ocupada y ya fortificada por el General Jerez.
El 18 llegó el General Mora con un refuerzo de 500 hombres, que de aquí se le había enviado, y el 19, habiéndosele dado a reconocer como General en Jefe, se estableció en el lugar ya ocupado por los aliados; organizó el Estado Mayor General, nombrando Segundo Jefe al General Cañas; Mayor General, al General Zavala; Inspector General, al General Xatruch; y confirmando al General Chamorro en el ejercicio de sus funciones como Cuartel Maestre.
Se prosiguió la campaña activamente y se encomendó a los generales Cañas y Chamorro la ocupación de las haciendas de donde sacaban recursos los sitiados, y de otros puntos importantes, con cuyo objeto el 23 Cañas atacó la parte Norte de Rivas y Chamorro la del Sur, y después de un combate de más de 7 horas, les fue forzoso retirarse, habiendo sufrido pérdidas considerables. El 24 Chamorro atacó las posiciones de Santa Ursula, al frente de una fuerte columna de costarricenses y nicaragüenses y la acción se empeñó con bravura, pero sin buen éxito.
En vista de la tenaz resistencia de los sitiados, se resolvió estrecharlos más. El 26 el General Xatruch, a la cabeza de 450 hombres, pudo tomar el barrio de Rivas, llamado La Puebla, y el 27 el Mayor Juan Estrada, con 100 de los nuestros, ocupó otro punto importante en el barrio de Apataco. Walker estaba reducido a la plaza y no contaba con recursos para alimentarse; mataban las mulas que les servían y aunque disminuían sus fuerzas en los combates y por la deserción, se obstinaba en sostenerse.
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El General en Jefe acechaba una ocasión para el asalto. Contaba con la cooperación del General Martínez, que había llegado el 2 con 300 hombres al Cuartel General; y con un refuerzo de Guatemala, compuesto de una columna de 500, recibida el 7, y, además, con elementos enviados desde aquí.
Designó el 11 de abril en conmemoración de la batalla del año anterior, y, acordado el plan en Consejo el 10, el asalto se dio a las tres de la madrugada con 1,000 hombres, al mando del General Jerez, quedando los puestos de sitio convenientemente guarnecidos.
El ataque por desgracia no fue simultáneo y un cañonazo de señal convenida, previno a los sitiados. Los soldados de Costa Rica atacaron con brío, llegando a apoderarse de la casa llamada del doctor Colé, sita en la plaza misma, donde entraron dos compañías de las nuestras; pero al aclarar el día, habiendo logrado el enemigo rechazar los ataques dirigidos por el coronel Villalobos a la cabeza de los guatemaltecos, en la opuesta línea, estrechamente fortificada, cargó con toda su fuerza y artillería sobre nuestros valientes, cortando las compañías que estaban en la casa de Colé. Allí, herido el bizarro capitán don Adolfo Escobar, cayó prisionero con 60 de sus soldados.
Rechazadas nuestras tropas bajo un fuego vivo de metralla y comprendiendo el General Jerez que la toma de la plaza costaría mucha sangre, se ordenó la retirada y ésta se efectuó en el mejor orden. La acción terminó como a las nueve de la mañana con graves pérdidas para los centroamericanos y relativamente muy insignificantes para los filibusteros.
No hubo otra novedad hasta el 15, fecha en que el Mayor Juan Estrada, con 450 costarricenses, ocupó San Juan del Sur, para impedir el desembarque de refuerzos y elementos que llegaran al enemigo. Con este movimiento, nuestras tropas ocupaban toda la línea del Tránsito, desde el mar Atlántico hasta el Pacífico, el Lago y todos los vapores.
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Se hostilizaba incesantemente al enemigo, y habiendo recibido el 26 de abril, parque y pertrechos, el 27 desde temprano se renovó el bombardeo de la ciudad con los cañones de sitio, produciendo entre otros resultados el aumento de la deserción de los sitiados. Ya en aquella fecha la ciudad estaba libre de mujeres y niños, por haberse humanitariamente permitido que salieran el 24. El 28 siguió el cañoneo, y el 29 continuó con mayor vigor y mejor éxito.
Entonces el comandante del buque de guerra de los Estados Unidos, St. Mary, Mr. Carlos H. Davis, sabedor de la extremidad a que se hallaba reducida la plaza y queriendo salvar a sus connacionales, interpuso su amistosa mediación para que se impusiera a Walker la rendición de Rivas con los elementos existentes en la plaza y la goleta San José, sin más condiciones que el perdón de la vida para él y los suyos.
Triunfaron los sentimientos generosos, y con el más notable y elevado espíritu, la capitulación propuesta por el capitán Davis fue aceptada.
En la tarde del 1o. de mayo entraron las divisiones de Costa Rica y Guatemala en Rivas, y 600 filibusteros que, con el General Sanders y el Coronel Caysec a su frente, estaban formados sin armas, se entregaron.
Una hora después salió William Walker con 16 de sus más adictos, acompañado por el capitán Davis y el General don J. Víctor Zavala, para proteger la vida que se les había garantizado, hasta ponerlos a bordo de la corbeta St. Mary.
El Presidente de la República, cuando recibió noticia de la capitulación de los invasores, dio las proclamas que dicen así:
Juan Rafael Mora,
A los dignos defensores de la América Central, Jefes, Oficiales y Soldados todos de las fuerzas aliadas de Centro América.
Costa Rica os saluda, Costa Rica os felicita por vuestro noble comportamiento. Yo os doy en su nombre las más fervientes gracias por el honroso triunfo que unidos habéis conquistado. Que esa unión, ese amor a la Patria y a sus santos derechos, crezcan y sean fecundos para todos.
Os habéis abrazado en el campo de batalla, permaneced siempre así, y Centro América verá extinguirse las revoluciones que la han despedazado y disiparse los peligros que aún la rodean.
Veneración a los que rindieron su vida en tan -cruenta como santa lucha. ¡Loor perpetuo a vosotros!
San José, 7 de mayo de 1857.
Juan R. Mora
Juan Rafael Mora,
Presidente de la República, a los pueblos costarricenses. Compatriotas:
La guerra ha concluido; la amada paz vuelve a nosotros con los vencedores del filibusterismo. Hemos lidiado largo tiempo por los santos derechos, con unión y constancia. Dios nos ha concedido la victoria.
Ya no hay filibusteros en Centro América. Los centenares que existen, inermes y rendidos, están bajo el sagrado de nuestra protección y clemencia.
Libre de sus fieros invasores, Nicaragua vuelve a quedar bajo la justa voluntad de sus hijos.
Que el Ser Supremo los inspire y una como hermanos! Hasta su completa reorganización, nuestros fieles aliados de Guatemala, Salvador y Honduras, permanecerán en el continente, mientras nuestras guarniciones custodian los vapores y fortalezas de la línea que se extiende desde las aguas del Gran Lago de Nicaragua hasta la bahía de San Juan sobre el Atlántico.
Costa Rica no patrocinará jamás partidos fratricidas, usurpadores vandálicos. Exigirá garantías de paz, de integridad, de unión centroamericana; procurará que se extinga ese espíritu revolucionario que ha sido el mayor de nuestros enemigos, que se sostengan las autoridades legalmente constituidas, y en todo caso cumplirá su deber nacional.
Permanezcamos armados, fortifiquémonos más y más, para avanzar con denuedo al porvenir.
Ya vuelven nuestros hermanos a sus familias, a sus pacíficos hogares, que con tanto tesón han sabido defender.
Hijos de la capital, de Cartago, Heredia, Alajuela, Liberia y Puntarenas, de toda la República, regocijaos, reunios a mí para recibirlos cual merecen. Cuento con vuestra generosidad, con vuestro civismo, con vuestros espontáneos donativos para pagar sin demora a esos valientes los sueldos que tan heroicamente han ganado. Preparemos todo nuestro tributo para socorrer las necesidades, para atenuar los padecimientos, para premiar las virtudes de esos nobles hijos de la Patria que todo lo han sacrificado en sus aras venerandas. Que nuestra fecunda unión no se altere jamás, y que su ejemplo se imite siempre qué flea ffecieo eombahr por el honor y la independencia de Costa Rica.
San José, 8 de mayo de 1857.
Juan R. Mora
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El General don José Joaquín Mora, de conformidad con órdenes del Gobierno, preparó inmediatamente el regreso de nuestro ejército, dejando las fuerzas necesarias para seguridad de los vapores y de las fortificaciones del río contra nuevas intentonas enemigas, y salió de Rivas el 3 a la cabeza de una columna de 500 hombres.
Su llegada y la de sus tropas a San José el 13 de mayo, lo mismo que la del resto del ejército, fue celebrada con indescriptibles manifestaciones de alegría j entusiastas demostraciones, no sólo para los nuestros, sino también para los ejércitos aliados de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
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(1) La Guerra de Nicaragua, por William Walker, citado folio 134.
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