Cooperación de las naciones amigas. Conclusión
Durante el año de 1856, mientras que los ejércitos aliados combatían a los usurpadores en Nicaragua, dentro y fuera de Centro América, ocurrieron otros hechos de la mayor importancia, nacidos de aquella situación.
En los Estados Unidos de América, el Presidente Mr. Franklin Pierce, el mismo que por la proclama fechada el 8 de diciembre de 1856, condenó la empresa de Walker, recibió en mayo de 1857 al Presbítero don Agustín Vigil en su calidad de Ministro de Nicaragua, nombrado, como ya se dijo en el Capítulo VII, a indicación del mismo Walker, reconociendo de esa manera como legítimo el estado de cosas que existían en Nicaragua.
Se acercaba entonces el tiempo de elecciones presidenciales, y los órganos de la prensa, opuestos a la administración de Mr. Pierce, atribuyeron el cambio a miras políticas en provecho personal, porque la invasión de Centro América no sólo tenía patrocinadores entre los interesados en sostener la esclavitud, sino en el gran número de los que han mirado con placer la extensión del Sur’, sin tomar en cuenta para nada la autonomía, la voluntad y los intereses de nuestros países; y se creía que en tales circunstancias se favorecían los planes de Walker, con objeto de obtener los votos de sus simpatizadores.
El Congreso pidió informe al Ejecutivo acerca de las vías de tránsito entre los océanos Atlántico y Pacífico por las Repúblicas de Nueva Granada y Nicaragua y del estado de cosas en Centro América; y el Presidente Pierce, en contestación envió el 15 de mayo un Mensaje a las Cámaras, en el cual trata de justificar su acción referente al recibimiento del Padre Vigil, fundándose principalmente en que es la política fija de los Estados Unidos reconocer a todos los gobiernos sin investigar su origen o su organización o los medios por los cuales obtienen los gobernantes su poder, con tal que sea un Gobierno de hecho, aceptado por el pueblo del país; como sí ese hubiera sido el caso en Nicaragua, donde no fueron los pueblos los que constituyeron la tiranía de Walker, escudada en el Gobierno de don Patricio Rivas, reconocido por el Gobierno de Washington en mayo, sino la misma tiranía descarada, declarándose Walker arbitro de los destinos de Nicaragua en junio o Presidente electo de aquel Estado en julio de 1856.
Ocurría por desgracia que el Ministro de los Estados Unidos en Nicaragua, Mr. J. N. Wheeler, protegía la empresa de Walker con todo empeño, y es natural suponer que su esfuerzo contribuyera a desviar el criterio de su Gobierno de la justa apreciación de los hechos. De la conducta de ese ministro filibustero dan una idea perfectamente clara los conceptos de una comunicación dirigida por nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, don Joaquín B. Calvo, al Gobierno de El Salvador, con fecha 19 de junio del mismo año, y son los siguientes:
«Han fraguado mil calumnias, que, repetidas por la prensa de los Estados Unidos y comentadas siniestramente por el Ministro Norteamericano Mr. Wheeler, residente en Nicaragua, han suscitado contra nosotros acusaciones, amenazas y reclamaciones del Gabinete de Washington y algunos particulares. Fácil es contestar triunfantemente a todo; pero como lo que se busca por nuestros adversarios es un pretexto, no será imposible que esto sirva para levantar contra nosotros más enemigos y conflictos. En tal Situación, preciso es un golpe pronto, fuerte, decisivo, que demuestre a todos que los hijos de la América Central están firmemente resueltos a combatir hasta el último trance a esos intrusos advenedizos; preciso es acabar de desbandarlos o arrojarlos del país. Costa Rica cree haber cumplido su deber, por más que la fatal epidemia la haya forzado a retirar sus armas del campo de batalla, y mi Gobierno confía en que las fuerzas de Guatemala, El Salvador y Honduras concluirán la Obra que él inició tan felizmente. A el la contribuirá Costa Rica por cuantos medios estén a su alcance, en la penosa situación en que hoy se halla a consecuencia del cólera».
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Pero si la política en los Estados Unidos, y otros móviles favorecían en aquellas circunstancias a los invasores de la América Central, también en aquella misma Nación eran vigorosamente combatidos por opuestos intereses y tendencias, que favorecían nuestra causa, aunque no fuera ese precisamente el objeto a que éstos propendían.
El mensaje de Mr. Pierce fue objeto de acalorados debates en el Congreso, v de muchos comentarios dentro y fuera del país.
El señor Molina, encargado de negocios de Costa Rica en Washington, dirigió al Secretario de Estado una solemne protesta, y lo mismo hizo el señor don Antonio José Irisarri, Ministro de Guatemala y El Salvador, el señor don José de Marcoleta, Ministro del anterior Gobierno de Nicaragua, y otros de los representantes hispanoamericanos.
La mayoría de los ministros extranjeros y todos los de las repúblicas hermanas del continente estaban de acuerdo con los de los Estados centroamericanos y el Cuerpo Diplomático resolvió no reconocer al Padre Vigil en su carácter de Ministro, de lo cual resultaba que las naciones representadas en Washington no tenían por legítimo el Gobierno que lo había enviado, no obstante haber sido reconocido por el Presidente de la gran Unión Americana.
La cooperación de los ministros de Inglaterra, de Francia, de España, de Brasil, de Chile, de Colombia, fue entonces de la mayor importancia, así como más tarde lo fue también la del Ministro del Perú.
Y no se limitó allí la acción de los representantes de los países latinoamericanos, en vista de la gravedad del peligro que amenazaba la independencia de la América Central. El 9 del mismo mes de noviembre los señores General don Pedro Alcántara Herrán, Ministro de la Nueva Granada; don Antonio José Irisarri, Ministro de Guatemala y El Salvador; el General don Manuel Robles Pezuela, Ministro de México; don Juan Ignacio de Osma, Ministro del Perú; don Luis Molina, Encargado de Negocios de Costa Rica, y don Florencio Rivas, Encargado de Negocios de Venezuela, firmaron un proyecto de tratados de alianza y confederación, garantizándose todas las Repúblicas unas a otras su independencia y soberanía y la integridad de su territorio; comprometiéndose a no ceder ni enajenar parte alguna de éste y a considerar como actos de usurpación, los emanados de un poder creado con auxilio de fuerza extranjera, llamada o admitida, y el llamamiento de tal fuerza, como crimen de alta traición.
Comprende ese documento, además, todos aquellos puntos necesarios para formar una verdadera Confederación de todos los países hermanos del continente, ideal a que hoy, como en 1856, el patriotismo latinoamericano debiera consagrar la más activa solicitud.
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El Gobierno de la Nueva Granada, hoy Colombia (desde 1860), fue el primero en ofrecer su apoyo y simpatía a Costa Rica y por su medio a Centro América toda, y, al efecto, envió con el carácter de Ministro Plenipotenciario al señor General don Pedro de Alcántara Herrán, quien fue recibido en San José el 27 de marzo de 1856.
El General Alcántara Herrán, ofreció su espada para combatir a los filibusteros y demostró con un donativo no ser indiferente a las desgracias de las familias pobres a consecuencia de la pérdida de sus deudos.
Dignos de recordarse son los conceptos siguientes de aquel notable personaje:
«En un pequeño recinto de Centro América están ocurriendo en este momento hechos grandes y gloriosos que merecen la admiración de las naciones poderosas. El pueblo de Costa Rica, modesto, laborioso, honrado e inofensivo con los que no le hacen mal, se levanta de repente como un coloso, vence y aterra a las orgullosas legiones de hombres feroces que lo amenazan, y da la mano al pueblo vecino para que recobre su libertad! ¡Ojalá que este ejemplo de sublime patriotismo sea apreciado y proclamado como merece en toda la América española! ¡Ojalá que los Gobernantes imiten en iguales circunstancias al virtuoso Presidente de Costa Rica, temible como Washington en la guerra, magnánimo como Washington en la paz!»
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El Gobierno del Perú manisfestó gran interés en favor de nuestra causa, y acreditó al distinguido jurisconsulto Doctor don Pedro Gálvez, en calidad de Ministro Plenipotenciario, cerca de los Gobiernos de Venezuela, Nueva Granada y Centro América, con el objeto de que adhirieran, como en efecto Costa Rica adhirió, a un tratado que se llamaba continental y que ya había sido suscrito por los Gobiernos de Perú, Chile y El Ecuador, con el fin principal de proveer a la común defensa contra invasiones extranjeras.
El Gobierno de Costa Rica envió también un Ministro al Perú, en la persona del Doctor don Nazario Toledo; y debemos a la nobleza del gobierno peruano que en las circunstancias difíciles que Centro América atravesaba, hiciera a Costa Rica un empréstito de $ 150.000.00, deuda que fue pagada, pero que, como sus otros actos, obliga para siempre la gratitud de nuestro país.
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En la República de Chile hubo también manifestaciones dignas de recuerdo y gratitud. Cuando en aquel país se tuvo noticia de haber sido recibido en Washington el Padre Vigil y de las protestas que a su recepción siguieron, varios diputados presentaron al Congreso una exposición de los acontecimientos de Nicaragua, urgiendo la necesidad de que Chile cooperase activamente en la defensa contra los filibusteros.
Dice entre otras cosas aquel notable documento:
«Las Repúblicas de Guatemala, El Salvador y Costa Rica, declaran la guerra al usurpador y al asesino. La última, más cercana del peligro y más prevenida, lanza un ejército a la pelea y de victoria en victoria penetra hasta el corazón de Nicaragua, cubriendo de vergüenza a los sanguinarios aventureros y conquistando laureles inmarcesibles.
«Parecía que la Providencia iba ya a coronar la obra de la restauración de Nicaragua con la captura del cabeza de los filibusteros en el combate de Rivas, cuando Walker, más feliz en la fuga que en la batalla, pone en salvo su persona, dejando una ciudad y un campo sembrado de cadáveres. La estación y el clima favorecen la putrefacción, el aire se infesta y la peste y el cólera se propagan en las filas de los vencedores costarricenses».
En junio de 1857, se firmó en San José un tratado de unión con la República de Chile, conteniendo en lo principal las mismas bases del proyecto suscrito en Washington.
William Walker regresó a los Estados Unidos, donde, alentado por el gran numero de los que simpatizaban con su empresa, hizo la más activa propaganda a fin de volver a Nicaragua con los elementos necesarios.
No tardó en efectuarlo burlando la vigilancia de las autoridades y el 12 de noviembre de 1857, partió de Nueva Orleans en el vapor «California» vía Mobde, y a la entrada de aquel puerto trasbordó al «Dickies Keys» qué lo esperaba y lo condujo al vapor «Fashion», donde estaba lista una brigada de artillería, muchas armas, municiones, víveres, etc.
Informado el Gobierno de Washington por los representantes de Centro América de la partida de la nueva expedición de Walker, dio órdenes terminantes de perseguirla.
El 24 de noviembre en la mañana, el «Fashion», estuvo a la vista de San Juan del Norte; pero al acercarse cambió de rumbo y se dirigió a la boca del río Colorado. Allí desembarcó una fuerza de 50 hombres, que ascendiendo por el Colorado al río San Juan, sorprendió la guarnición y se apoderó del Castillo Viejo y de los vapores «Morgan» y «Virgen».
El «Fashion», entrando por Punta de Castilla, fondeó al amanecer del 25 del mismo mes, frente a la casa de la Compañía de Tránsito y desembarcó 150 hombres, después de haber presentado sus papeles, en regla, procedentes de la Aduana de Mobile.
Se encontraba en Punta de Castilla el Teniente Coronel don José Baldizón al mando de una pequeña guarnición nuestra, y después de protestar en nombre de Centro América y especialmente de Costa Rica, ante el Cónsul de su Majestad Británica en San Juan del Norte, y ante el Comandante del buque de guerra de los Estados Unidos «Saratoga», encargado del consulado de esta última nación, por ausencia del Cónsul, se retiró a -Moín el 29 del referido mes, con la fuerza de su mando, después de enviar a San José noticia de lo ocurrido.
En cumplimiento de las órdenes del Gobierno de Washington, la fragata de guerra «Wabash» llegó a San Juan del Norte. En ella se encontraba el comodoro Paulding, y este jefe intimó a Walker que se rindiera, y no habiéndolo obtenido, mandó desembarcar 350 hombres de la fragata, al mismo tiempo que cuatro lanchas cañoneras circularon la Punta de Castilla, con lo cual los filibusteros tuvieron que entregarse.
El «Saratoga» condujo 139 de los invasores a los Estados Unidos, y el «Wabash» recibió a Walker en calidad de prisionero.
Entregado éste a las autoridades que debían juzgarlo en Nueva Orleans, fue absuelto y la conducta del Comodoro Paulding desaprobada, por haber introducido tropas de los Estados Unidos en un país extranjero.
Los otros filibusteros que operaban en el río San Juan fueron conducidos a su país en otro buque de guerra, el «Susquehana».
Cuando estos aventureros tuvieron noticia de la rendición del jefe, destruyeron las armas, un vapor y las construcciones de los costarricenses en el Castillo, y luego bajaron a San Juan del Norte.
Walker, después de su segundo fracaso, cambió de plan y en junio de 1860 intentó apoderarse de la Isla de Roatán, en el Golfo de Honduras, para convertirla en centro de operaciones; pero las autoridades británicas no se lo permitieron; y por último, después de permanecer por aquella parte de la costa algunos días, logró apoderarse del puerto de Trujillo, de donde, habiéndolo intimado el Capitán Salmón, del buque de guerra de S. M. B. Icarus, que se embarcara, resolvió internarse en el país.
Perseguía a los filibusteros el General don Mariano Alvarez Jefe Político y Militar del Departamento de Yoro, a la cabeza de una fuerza hondurena, y con la cooperación del Capitán Salmón, logró la rendición de Walker, a quien se hizo prisionero y fue entregado a las autoridades de Honduras.
William Walker fue condenado a muerte, y, en virtud de la respectiva sentencia, pasado por las armas a las 8 de la mañana del 1Z de setiembre de 1860.
- William Walker presidente de Nicaragua
- Walker ataca al General Cañas y en seguida a los aliados
- Victoria centroamericana
- Un grupo de esparzanos celebran la victoria del Ejército Nacional contra la invasión filibustera
- Toma de los vapores del río y lago, Castillo Viejo y el fuerte de San Carlos
- Sitio de la ciudad de Rivas. Batalla del 11 de Abril de 1857. Rendición de Walker
- Segunda Campaña
- Para los héroes, ¡el mejor recibimiento!
- Los filibusteros se apoderan de Nicaragua
- Los ejércitos aliados se fortifican en San Jorge
- Las fuerzas aliadas marchan de León sobre los invasores
- La poesía y la Guerra Patria
- La Campaña Nacional de 1856 lucha por la independencia y la libertad
- La Campaña Nacional
- La Batalla de Santa Rosa
- La Batalla de Rivas
- Fusión de los partidos en Nicaragua
- El ideal estético de la victoria según el maestro Lorenzo Fortino
- El Gobierno de Costa Rica declara la guerra a los filibusteros
- El ejército costarricense se pone en marcha
- El cólera aparece en Rivas y el ejército de Costa Rica regresa
- Don Joaquín Bernardo Calvo Mora
- Cooperación de las naciones amigas. Conclusión
- ¡Y terminó la guerra!
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