Toma de los vapores del río y lago, Castillo Viejo y el fuerte de San Carlos
No era posible la pronta terminación de la guerra y el triunfo de los centroamericanos contra los invasores esclavistas, sin cortar a éstos las vías de comunicación con los Estados Unidos, de donde, como se ha visto se les enviaba constantemente numerosos refuerzos e importantes remesas de toda clase de elementos. As! lo comprendía el Presidente Mora desde el principio de la primera campaña, como lo demuestra la expedición encomendada al General don Florentino Alfaro, y el combate del Sardinal; pero no fue posible entonces seguir adelante, y a este fin dirigía a la sazón el Gobierno de Costa Rica sus principales esfuerzos.
Al efecto, aceptando la cooperación del Comodoro Vanderbilt, contra cuyos intereses había sido anulada la concesión del tránsito y dada a los amigos del jefe filibustero, se combinó el plan de campaña sobre el río San Juan, de acuerdo con los señores Webster y Spencer, a quienes Vanderbüt había enviado con ese fin a San José.
El 3 de diciembre de 1856, salió la vanguardia o primera columna de nuestro ejército por aquella parte, compuesta de 250 hombres, al mando del Coronel don Pedro Barillier, como jefe, y del entonces Mayor don Máximo Blanco. A ella estaba incorporado al servicio de Costa Rica, Mr. N. Cauty, natural de Inglaterra, con el grado de Capitán de Marina, y se agregaron después Mr. Spencer, don Joaquín Fernández y otros jefes.
Para bajar por el río de San Carlos al de San Juan, no había embarcaciones y se dispuso construir con ese objeto algunas balsas y pequeños botes. Después de mil vicisitudes, bajo un temporal que había dañado el parque y las armas, la columna arribó al estero de Copalchí en la noche del 21 de diciembre. Nuestros valientes, ocultos entre el follaje y protegidos por la obscuridad, vieron pasar un vapor enemigo que subía hacia el Lago.
Como a una milla de distancia, en La Trinidad, se encontraba una fuerza enemiga y al día siguiente, el 22 después de explorar el campo, fue atacada violentamente a la voz de «viva Mora» y deshecha por completo, antes de que pudiera hacer uso de la artillería que le fue en el acto tomada, distinguiéndose allí principalmente el sargento Nicolás Aguilar y el oficial Dionisio Jiménez, (a) «Mata Viejas».
Se dispuso dejar en La Trinidad al Coronel Barillier con una compañía, y el resto de la gente, ya con embarcaciones muy superiores, marchó en la tarde del mismo día 22 en dirección a San Juan del Norte, con el objeto de tomar los vapores que allí tenían los filibusteros (1).
En la expedición iban los otros jefes de la fuerza, y entre ellos Spencer, Fernández, don Francisco Alvarado Mora, práctico en la navegación y conocedor de aquellos lugares, y el Capitán don Jesús Alvarado. A la sombra de la noche y bajo una tempestad que amenazaba hundir a los arrojados expedicionarios, llegaron a su destino sin ser vistos, y al amanecer del 23 de diciembre mediante la sorpresa y sin pérdidas que lamentar los nuestros tenían en sú poder los cuatro vapores enemigos Wheeler, Machuca, Morgan y Bulwar surtos en el puerto y dominaban en aquel lugar.
Hubo amagos de un ataque por parte de los filibusteros y de otros extranjeros, encabezados por el agente de la compañía de tránsito Mr. ScoU pero dos cañoneras destacadas de la escuadra inglesa que allí observaba el curso de los acontecimientos, se acercaron, a solicitud de dicho agente eme creía en peligro su vida y la de su familia, y no hubo ninguna agresión comodoro jefe de los marinos ingleses, siguiendo las leyes de neutralidad contestó al cónsul de los Estados Unidos, quien le pedía protección en favor de la compañía de tránsito, negándose a darla y declarando a Costa Rica en su derecho para ocupar los vapores tomados.
En San Juan del Norte se hizo circular, en inglés y español, una proclama del Presidente Mora, ofreciendo pase libre hasta San Juan del Norte a los filibusteros que quisieran regresar a los Estados Unidos, y el pasaje de aquel puerto a Nueva York.
En la tarde del mismo día, los jefes y oficiales costarricenses visitaron la población y fueron muy bien recibidos.
El 24, organizado que fue el servicio para el manejo de los vapores emprendieron viaje con todos ellos, y, después de algunos contratiempos a causa de una tempestad, arribaron a La Trinidad en la mañana del 26, donde dejaron los vapores Wheeler y Machuca, a cargo de Barillier, prosiguiendo Spencer, Cauty y Blanco en el Morgan sobre el Castillo Viejo y el Teniente Coronel don Joaquín Fernández y otros jefes y oficiales en el Bulwar por el río San Carlos.
Los primeros ocuparon sin dificultad, el 27 en la tarde, el referido Castillo, y los segundos llegaron hasta el lugar llamado El Muelle, donde el General en Jefe de las tropas costarricenses, don José Joaquín Mora, se encontraba con una fuerza de 500 hombres, enviada a sostener las operaciones contra los vapores.
Del Castillo fue enviado aviso aquel mismo día en un bote al capitán del vapor J. Ogden, que estaba anclado en el raudal del Toro, de haber llegado gran número de pasajeros a aquel lugar. El capitán no sospechó el ardid y al acercarse el vapor fue tomado sin dificultad.
Luego, remontándose en el J. Ogden hasta Danms, estación y depósito de leña, donde se encontraba el vapor Virgen, fue también tomado sin dificultad, mediante la sorpresa. En este vapor se encontraron dos obuses y dos cañones de a tres, cuatrocientos rifles imitando a los minié, y muchas cajas de parque.
De El Muelle partió el General Mora en el vapor Bulwar, con parte de sus tropas, y el resto, al mando del Mayor don Juan Estrada, le siguió después.
El ejército se reunió en el Castillo Viejo, donde se detuvo corto tiempo, y al retirarse dejó allí una guarnición de 30 hombres, con dos cañones, al mando del Capitán don Faustino Montes de Oca.
Se procedió en seguida a tomar el fuerte de San Carlos, a cuyo efecto se emprendió viaje en el J. Ogden, y al acercarse a aquella fortaleza desembarcaron sigilosamente 45 hombres al mando de Mr. Cauty, don Francisco Echandi, don Jesús Alvarado, don Francisco Quirós y don Dionisio Jiménez. Esta fuerza, después de atravesar por fangos y malezas, se colocó en el punto estratégico que se le había señalado. Mr. Spencer, a bordo del vapor, hizo las señales acostumbradas y paró frente al cañón del glacis. El comandante del fuerte fue a bordo con algunos soldados y hecho prisionero e informado de la situación, suscribió una orden llamando la guarnición. De esta manera la fortaleza quedó ocupada por los nuestros en la noche del mismo día 30. Si el plan hubiera fracasado, se habría dado la señal a Cauty de precipitarse sobre el glacis, en combinación con un ataque por la playa.
El jueves 1« de enero de 1857, en la madrugada, arribó al fuerte de San Carlos el vapor Virgen, conduciendo al General don José Joaquín Mora y la gente y elementos que llevaba desde el río San Carlos. Una vez allí se hizo acopio de provisiones de los lugares’ vecinos y se dispuso lo necesario para la captura del único vapor que quedaba en poder de los filibusteros.
Ese vapor era el San Carlos, el más grande de toda la flota .y estaba en viaje del puerto de La Virgen para San Juan del Norte.
En la mañana del 3 el San Carlos estuvo a la vista; nuestros soldados, rifle en mano, los artilleros al pie de sus cañones y todo dispuesto de tal modo que no infundiera sospecha. El Ogden armado con tres cañones y 60 hombres, estaba apostado un poco adentro en el río.
Se creía que Walker pudiera venir con sus tropas a bordo, y, sabiéndose que tenía más de 1.000 hombres, se tomaron todas las precauciones.
Al acercarse el San Carlos, un inglés bien instruido fue a bordo en solicitud de un teniente que por !os prisioneros de la guarnición se sabía que llegaría. Dijo tener orden del Comandante para llevarlo a tierra y que el vapor podía seguir. En efecto siguió, que era el objeto, para cortarle el regreso al Lago y a un mismo tiempo que el Ogden se pegó al San Carlos intimándole rendirse, toda nuestra fuerza ocupó los puestos respectivos de combate.
Tomado el vapor y encontrándose en él más de 350 pasajeros en tránsito para los Estados Unidos, Spencer los condujo al Castillo Viejo y de allí, trasbordados a otro de los vapores, al puerto de San Juan del Norte.
Este triunfo de los costarricenses fue tan brillante como completo. Las noticias recibidas aquí fueron celebradas con gran entusiasmo, y el Presidente de la República emitió la siguiente proclama:
Compatriotas:
La gran arteria del filibusterismo está dividida para siempre; la espada de Costa Rica la ha cortado.
En veinte días de campaña, al través de desiertos cuajados de víboras, de selvas espesísimas, de pantanos y ciénagas detestables, de ríos caudalosos, nuestros soldados han marchado a paso de vencedores, apoderándose de La Trinidad, Castillo Viejo, fuerte de San Carlos, de los vapores y otras embarcaciones, diez cañones, tres obuses, quinientos rifles, multitud de espadas, revólveres y pertrechos de guerra y de más de cien enemigos que hemos puesto en generosa libertad. Sobre el río de San Juan y del Gran Lago no iluminan los rayos del- sol otra bandera que la costarricense.
Todo se ha conquistado sin un solo tiro, sin una gota de sangre a fuerza de intrepidez y de sorpresa. ¿Y con qué contábamos? Troncos apenas escarbados o mal unidos con bejucos han sido nuestra flota para ir a tomar los vapores y fuertes enemigos; fusiles enmohecidos y que apenas podían dar fuego, por los continuos temporales sufridos, nuestras únicas armas; escasez de víveres y de todo en el primer momento; pero había el coraje, la abnegación el patriotismo, la unión costarricense, la resolución de vencer o morir y la Providencia ha bendecido a nuestros soldados, llevándoles de victoria en victoria.
Dueños del río y del Gran Lago, puestos en relación con nuestros aliados reducido Walker a Rivas y sus alrededores, va a ser estrechado, atacado y abrasado, si es preciso, con los restos de la ciudad donde se encierra. He brindado el perdón a todos los que obcecadamente siguen su causa; si le abandonan, sabremos vencer y perdonar.
¿Pero habrá concluido todo? No, compatriotas; la obra empezada es menester terminarla, es forzoso que no quedemos expuestos a que un nuevo Walker vuelva a turbar nuestra paz batallando por esclavizarnos; es preciso que tantos obstáculos vencidos, tantos sacrificios hechos, no sean estériles, y para ello es indispensable continuarlos. Levantemos, pues, sobre el mismo río y con nuestras propias manos, un dique poderoso que contenga para hoy y para lo futuro ese torrente usurpador; nada conseguiremos con adquirir una paz precaria. Conquistemos, pues, una paz sólida, duradera, honrosa y fecunda para Costa Rica, Nicaragua, y los pueblos centroamericanos.
Costarricenses, cuento para todo con vosotros. Con vuestro apoyo v la protección divina, nada habrá que me haga retroceder. Bendigamos a la Providencia que nos ampara y al grito de ¡Viva Costa Rica! marchemos siempre unidos adelante, con fe y constancia en el porvenir.
Jefes y soldados:
Habéis cumplido dignamente vuestro deber para con la Patria.
Ella sabrá recompensaros. Dios premiará vuestros esfuerzos. Nada, nada os ha detenido. ¡Loor a vosotros!
La subordinación, el valor, la constancia y arrojo os han hecho admirar de propios y extraños.
Vuestros compatriotas os vitorean, desde aquí, orgullosos de llamaros hermanos. Yo uno a ellos mis felicitaciones velando siempre por vosotros.
Continuad siempre unidos con ese tesón, con esas virtudes y con ellas conquistaremos una paz duradera, gloriosa y fecunda para la Patria.
San José, enero 11 de 1857.
Juan Rafael Mora
«El Boletín» de León, de Nicaragua, insertó en sus columnas una hoja suelta que dice:
A los costarricenses:
El pueblo leonés os da un abrazo expresivo de eterna gratitud por los heroicos esfuerzos que habéis hecho por salvar a Nicaragua y a toda Centro América de las manos del vandalismo del peor de los tiranos, Wm. Walker, que lo desprecia todo por preferir la guerra, la sangre, la destrucción y la ruina absoluta de las poblaciones por donde pasa, sin que le puedan estar exentos ni los templos del verdadero Dios.
En vuestras manos ha puesto visiblemente la Providencia la espada que ha de escarmentar, cada vez que se presente, a ese dragón infernal; lo venceréis; lo haréis salir confundido del suelo de la Patria, predicando que Centro América no es un pueblo inculto como ha dicho; y que para salvarse del oprobio, sabe preferir la muerte.
Nosotros os felicitamos, nos felicitamos a nosotros mismos por el triunfo brillante de vuestras armas en la reconquista del Lago y del río de San Juan, con pérdidas tan inmensas de parte de los enemigos, y os protestamos cooperar gustosos con vosotros, seguros de que Dios guía vuestros pasos por sólo camino de la gloria, obsequiando las santas intenciones que abrigáis.
León, enero 10 de 1857.
Los Leoneses
Uno de los artículos del mismo «Boletín Oficial» de León, contiene los conceptos que van a continuación:
«Costa Rica ha comprendido bien su misión en la presente lucha contra el filibusterismo. Fue la primera que se lanzó a la lid el 11 de abril próximo pasado, dejando al enemigo casi deshecho e incapaz de seguir la rápida marcha que se había propuesto. Costa Rica entonces pudo medir al enemigo en todas sus proporciones y arrojando una mirada escrutadora sobre el campo de batalla, vio al través del humo de la pólvora y del estrépito de las armas, que la vida de Walker estaba en las extremidades de la línea de Tránsito, como la fuerza de Sansón en los cabellos. Al punto mismo y sin vacilar un momento, deja a Rivas para combinar nuevas operaciones estratégicas, las que desplegó haciendo brillar sus armas desde el río San Carlos a la Punta de Castilla en San Juan del Norte, y desde el Castillo Viejo, al fuerte y Lago de Nicaragua, despojando al filibusterismo de sus vapores, rifles, cañones, pertrechos y municiones contenidos en ellos, y cerrándoles el paso a la fuga y a la introducción de nuevos aventureros. Todo esto mientras las fuerzas de los aliados, abandonándoles la plaza de Rivas reducían a los agresores a la necesidad de encontrarse en un pequeño recinto; sin que pudiesen atender a los movimientos de aquella formidable vanguardia.
«Costa Rica ha hecho aparecer en la campaña más de cinco mil hombres. Ha abierto sus tesoros brindando con ellos un pasaje libre de costo a los que engañados o por necesidad siguen a Walker. Ha equipado buques de guerra nacionales y procurándose otros que muy pronto harán efectivo el bloqueo del puerto del Sur, y de este modo ha elevado tan alto el pabellón nacional, que puede divisarse desde toda distancia para acreditar que Costa Rica es la vanguardia de Centro América.
C. J.
- William Walker presidente de Nicaragua
- Walker ataca al General Cañas y en seguida a los aliados
- Victoria centroamericana
- Un grupo de esparzanos celebran la victoria del Ejército Nacional contra la invasión filibustera
- Toma de los vapores del río y lago, Castillo Viejo y el fuerte de San Carlos
- Sitio de la ciudad de Rivas. Batalla del 11 de Abril de 1857. Rendición de Walker
- Segunda Campaña
- Para los héroes, ¡el mejor recibimiento!
- Los filibusteros se apoderan de Nicaragua
- Los ejércitos aliados se fortifican en San Jorge
- Las fuerzas aliadas marchan de León sobre los invasores
- La poesía y la Guerra Patria
- La Campaña Nacional de 1856 lucha por la independencia y la libertad
- La Campaña Nacional
- La Batalla de Santa Rosa
- La Batalla de Rivas
- Fusión de los partidos en Nicaragua
- El ideal estético de la victoria según el maestro Lorenzo Fortino
- El Gobierno de Costa Rica declara la guerra a los filibusteros
- El ejército costarricense se pone en marcha
- El cólera aparece en Rivas y el ejército de Costa Rica regresa
- Don Joaquín Bernardo Calvo Mora
- Cooperación de las naciones amigas. Conclusión
- ¡Y terminó la guerra!
(1) Jerónimo Pérez, citado, folio 162.
(2) Se sigue en lo principal, en este capítulo, el Diario del Jefe don Máximo Blanco, la relación del Capellán Presbítero don Rafael Brenes, y las Publicaciones del Boletín Oficial.
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