Contenidos
El Moto
Costumbres costarricenses
Joaquín Garcia Monge
Con esta pequeña novela, Garcia Monge nos dio una obra distinta y valiosa que hoy se considera la iniciadora de la novelística costarricense por su hondo apego al terruño y al ambiente familiar, sencillo y estimulador de Desamparados. Es la primera ves que se le da presencia al concho en la literatura, cuando más bien se abogaba por la literatura urbana. El tiempo terminó dándole la razón al autor. Obra clásica de la literatura costarricense y el libro más leido por adolescentes en quienes despierta un intimo cariño por el terruño patrio.
OPINIÓN SOBRE «EL MOTO»
Dr. Salvador Agudo Andreut
Cuando se va a hacer el estudio de una obra de alguna comunidad, el crítico o el investigador se encuentra ante un doble problema:
1)-Hay que saber antes si la comunidad en que se va a trabajar tiene o no una larga tradición literaria. Esto implica un cambio de táctica en el trabajo de la obra que se va a analizar. Por ejemplo, en Costa Rica, México o la Argentina no existe larga tradición literaria.
2)-La persona que va a analizar la obra puede ser nacida o no en esa comunidad. El que pertenece a ella puede exagerar o denigrar los valores literarios que juzga, y nada le pasa. El que no pertenece a ella tiene menos posibilidades de caer en extremos de ponderación o de negación.
Todos los pueblos de América -de habla hispana y portuguesa- han tratado de definir su fisonomía humana social. Tienen dentro de sí un gran problema, pues todos ellos hablan la misma lengua: así, las fronteras son solo políticas y no idiomáticas y espirituales. Por ejemplo, entre México y Guatemala, entre Argentina y Chile, las diferencias son solo de cierto tonillo. Como el hombre ve que no hay fronteras, trata de definirse. ¿Cómo se logra el dibujo de la manera de ser de cada comunidad? ¿Por la cultura, música, novela, poesía?
Nicaragua se define en la poesía; Costa Rica, no. Otras comunidades, como México, quisieron encontrar su fisonomía en la pintura; pero resulta que ésta no es procedimiento mexicano sino universal. México obtiene el rasgo de su individualidad con la novela de la revolución.
Desde la Independencia hasta finales del siglo XIX se hacían novelas; pero no eran de tipo general americano, ni siquiera representativas de una localidad, sino del romanticismo, realismo o naturalismo francés. Frente a esta novela, todos los pueblos americanos trataron de descubrir otra que pintara su fisonomía: Guatemala alcanza este objetivo con Miguel Angel Asturias y su novela «El Señor Presidente»; México con la novela de la revolución; Chile, con la de tendencia proletaria.
La novela fue, pues, el vehículo más propicio para definir esa fisonomía.
Costa Rica también intenta lo mismo. Necesitaba un hombre honesto, el cual halló en García Monge. De él no se puede decir que sea «el gran escritor», sino que fue el primero que trató de destacar nuestra comunidad y señalar las vetas que aprovecharía la literatura. Cuando quiso hallar el modelo de lo netamente nacional, lo bueno y lo perverso, hace su sencillita novela El Moto.
Entre los escritores que tienen su mismo propósito podemos hacer dos grupos: a) unos que creen que alcanzan su objetivo reproduciendo la manera de hablar de la comunidad: b) otros, sienten que lo hacen mejor evocando ese hablar y hasta alterándolo de acuerdo con su particular manera de crear.
Los primeros, los preocupados por reproducir el habla de su comunidad, ponen tal esfuerzo en ello, que se les escapa lo poético. Los otros, interesados por el espíritu de la expresión, arrastran consigo el rasgo lírico, el valor poético. Aquéllos no traspasan las fronteras; los segundos, sí. A esta última dirección corresponde García Monge.
«El Moto». Análisis estructural
Como primer rasgo para nosotros hemos de preguntarnos: ¿es una novela con un argumento bien tramado? No. Es muy especial. No es lo que corrientemente llamamos argumento, pues, cuando va a iniciarse, cuando ya ha surgido el temple necesario, la obra acaba. Sed que el autor no le pudo sacar provecho, o que se hallaba en una zona de esterilidad? Tampoco.
Mirando por dentro El Moto tiene una serie de personajes: el Moto (José Blas), don Soledad, Cundila, don Sebastián, el padre Yanuario, etc. ¿Cuáles son los personajes centrales? El Moto y Cundila; los’ otros son secundarios. ¿Por qué el autor, hacia el final, olvida los principales y sigue con los otros? Es que al llegar al término de la novela, si miramos retrospectivamente lo reído, nos damos cuenta que el campo, Desamparados, verdadero personaje central, se nos olvidaba. El lo que quería era descubrirnos el medio que puede servimos de modelo a otras comunidades. Los personajes humanos sólo son colaboradores del personaje central que es el campo. García Monge ha cogido la naturaleza tal cual es.
Problema de Tiempo y Espacio. La duración de los hechos que narra es de un año y algunos días más. El tiempo en que la novela actúa es el de los tiempos solares (mañana, tarde y noche). Ni un solo rasgo de tiempo deja de ser señalado como miembro fundamental en la vida de los campesinos.
El espacio es Desamparados. Este nombre está presente no sólo en el lugar en que ocurre la obra, sino también en varios de sus personajes: don Soledad es la figura más notable del lugar; Solano, apellido de don Sebastián, parece decir que está solo; el Moto, sobrenombre de José Blas, no tiene padres, también es solo, abandonado. El tema del desamparo está en toda la obra.
Toda ella oscila alrededor de un hombre y de una mujer que tratan de aproximarse: el Moto que no tiene nada y Cundi la, que como hija de un gamonal, lo posee todo. El joven es ejemplo de campesino típico, honesto, trabajador. Pero los adinerados no entienden ni valoran esas calidades del mozo; es como si le aplicaran el viejo refrán «tanto vales cuanto tienes».
Al no poder llenarse este vacíe entre Cundila y el Moto, el autor pone a actuar a otros personajes: el adinerado don Sebastián, tipo de «alagartado» que acecha su presa. El también pretende a Cundila, a pesar de que ella prefiere al Moto. Por la desgracia que éste sufre, el amor de la joven se convierte en compasión: el paso de una tonalidad afectiva a otra en el espíritu de Cundila trae consigo el fracaso amoroso del honrado José Blas.
Junto a estos personajes aparece la figura del padre Yanuario. Para que se vea la honestidad de García Monge, tómese en cuenta que era un individuo incrédulo. Podía haberse vengado en la persona del sacerdote, deformándola a su antojo. Sin embargo, lo muestra tal cual era un cura de pueblo: comía bien, gozaba de sus primicias, no sabía mucha teología, pero era un hombre bueno.
Don Frutos, el maestro, representa la dureza típica de un momento determinado: parte de aquello de que la letra con sangre entra; por eso usa la palmeta.
Todos los personajes los vemos pendientes del destino que el campo tiene. No se habla siquiera de la ciudad; solo una vez cuando el alagartado ofrece traer de San José el vestido para la novia.
En otras novelas, se pinta al sacerdote como español, terco e intransigente; al maestro, como miembro de una sociedad culta, por ejemplo, de Heredia. En El Moto no. Puede que algún personaje no sea de Desamparados, pero actúa como si fuera de allí.
Problemas de color, ruidos y luz. El rojo y el azul son los colores fundamentales. El autor sabe aprovechar estos motivos,
como en las fiestas de la Purísima Concepción o en los fandangos. El rojo y el azul con gran intensidad acusan alegría, satisfacción; otras veces, en un momento dramático, esos colores vivos, alegres, se los va tragando e! gris, la penumbra, como para atenuar todo.
Hay dos tipos de luz: la natural (la del sol, en las calles) y la artificial (dentro de las habitaciones). Cuando domina, luz artificial, fuera de ella todo es penumbra. Si se da la lu2li natural, es signo de que no hay problemas dramáticos, y penetra suave en las habitaciones. Por e! contrario, si éstos se dan, pareciera como si la luz se detuviese y viniera el gris, la penumbra.
Con el ruido ha creado el coro de la obra. Consiste el procedimiento en no determinar el habla de una o dos personas, sino presentar las voces conjuntas del grupo, del ‘pueblo, a modo de coro. En el fandango, por ejemplo, no hay descripción de detalles, cae en una especie de masa; después que el Moto canta, al momento interviene el conjunto. La concepción del coro está presente en toda la obra.
La luz, el color y el ruido decrecen al final de cada capítulo. Hay tres que no concluyen así, pero quizá obedezca ese hecho a que se trata de un solo capítulo que luego el autor subdividió.
La obra también termina con decrecimiento de luz, ruido y color. Es como si todo pasara por un embudo y se lo tragara el gris.
Cada capítulo es auténtico, una estampa. Se ligan por el personaje central que es el campo.
Al final de la obra, cuando esperamos que el Moto reaccione -podría haber matado a Cundila o a don Sebastián; pero nótese que el drama pasional no es frecuente en Costa Rica; cuando esperamos que se nos diga cómo será la vida de este hombre desdeñado, o de la misma Cundila o de su marido, la obra termina. ¿Por qué? Porque el campo es el personaje central y no las figuras humanas.
El desenlace ocurre el veinte de enero (natalicio del autor).
El sacerdote se llama Yanuario (enero también) y cuenta al Moto lo ocurrido, con voz entrecortada, para cerrar todo el cuadro, con la presencia del campo:
«Y la campana con sus toques parecía responder al último adiós del Moto, el cual, claudicando de la pierna derecha partió al acaso, sin rumbo, sin volver la cabeza: iba abrigado en las sombras de la noche, por entre la red de veredas, al través de potreros y cercados».
Las campanas tañen más fuerte que el adiós de! Moto, al que se lo traga la noche. En lugar de hablar de los gestos, de este personaje, solo dice que va sin rumbo, sin mirar hacia atrás, y lo que aparecen son los objetos del campo que siguen ocupan· do el primer plano como al comienzo de la obra: veredas, potreo ros, cercados.
¿Es realista esta obra? No. No reproduce la realidad. Salvo que se entienda por realismo la absorción de la realidad.
Veamos, por ejemplo, si hay realismo en uno de los momentos más vulgares de la obra:
«Esparrancado en un cuero, con el espinazo en arco como el de un gato sentado, las antiparras -de vidrios azules montados en armadura de madera negra- encajadas sobre e! lomo de las narices, se hallaba don Soledad, contando las ganancias del año y con los ojuelos verdes y hundidos refijos en los montoncitos de reales, escudos y medios».
Es la pintura del avaro. Allí no hay realismo: el espinazo en arco como de gato sentado es una imagen; las antiparras azules encajadas sobre el lomo de. Las narices, las compara con un jinete a horcajadas sobre un mulo o caballo: el montículo de la bestia es el lomo de la nariz. Y por último, de los colores que cita, podemos decir que e! azul, es e! de! cielo; el verde, el de los prados.
Todas, pues, son visiones campesinas.
(Conferencia dada por el Dr. Salvador Aguado Andreut a alumnos de Castellano y resumida por las profesoras Aura Rosa Vargas, Virginia de Fonseca y Angelita Garnier. (1960) El Noticiero, No. 267, marzo).
Comentarios Facebook