Heredia y sus templos parroquiales
El primer templo que se levantó en Heredia, fue construido en 1714; debió ser tan modesto como el que existió antes en el paraje de Alvirilla o de Lagunilla (de horcones de guachipelín y techo de paja). Unos cuatro o cinco años más tarde se promovía la edificación de otro mejor, levantado esta vez con paredes de adobe y techo de teja; tenía una longitud de cincuenta varas de largo, por catorce de ancho. En julio de 1734 la iglesia fue elevada a parroquia independiente, para tener desde entonces un cura permanente. El que antecedió al templo actual se comenzó a construir en 1760, mientras era cura interino de allí el Bachiller donjuán de Pomar y Burgos. En 1762 el mismo es descrito como edificado de adobes, su techo era por el interior entablado y sobre él se colocaron las tejas. Tenía una longitud de sesenta y cinco varas con poco más de veinte varas de ancho; constaba en su interior con cinco naves y la estructura interior descansaba sobre pilares de piedra y horcones de cedro. El presbiterio tenía dos capillas laterales y había además un local anexo para la sacristía. Contaba además con una torre para el campanario, con tres campanas para llamar a los fieles al culto. Alrededor del templo existía un modesto muro de piedra que demarcaba al cementerio.Este templo en su estructura general semejaba bastante a la actual iglesia de Orosi, a juzgar por un breve boceto que conocemos de él y que data del año 1798. La diferencia básica consiste en que la torre se encontraba anexa al lado del norte de la sencilla fachada del templo y ésta era quizás más delgada y alta que la citada.
El día 31 de octubre de 1797 se colocó la primera piedra del nuevo templo que dispusieron los heredianos construir, el cual es el que actualmente existe. Conforme con los planes, el viejo templo siguió en uso, dado que el nuevo tardaría muchos años en ser levantado. Es por ello que esta edificación está recargada hacia el lado sur de la manzana, para que la vieja edificación todavía en servicio no se tocase.
Nada sabemos sobre quién hizo los planos del templo, pero no cabe la menor duda que existe una muy fuerte influencia nicaragüense en el diseño arquitectónico de esta obra. En muchos de sus detalles originales hallamos marcados rasgos de semejanzas con la iglesia de Subtiava de León de Nicaragua, levantada a mediados del siglo XVIII, e incluso con el templo principal de la ciudad de Nandaime, en el mismo país. Es decir, la influencia nicaragüense queda en evidencia en dos de las joyas arquitectónicas de iglesias de Costa Rica anto en el templo parroquial de Heredia como en la antigua iglesia de la población de Nicoya, concluida en 1849. Nada sabemos de cuándo fue terminada la edificación del templo parroquial, pero ha de haber sido por allí de 1806 o 1807.
La fachada principal se encontraba entonces en la misma línea que las torres y era ésta bastante plana, lisa y simple, apenas con ondulaciones decrecientes en su coronamiento, a partir del centro del frontis, que era su punto más prominente. Las dos torres daban la sensación exterior de mayor amplitud, a más de monumental dimensión al conjunto. Pero no cabe duda de que acentuaba su pesadez, sobre todo cuando sus paredes se encalaban y el edificio presentaba un acentuado color blanco. De allí que jocosamente se le soliera denominar «el burro echado».
A raíz del terremoto de mayo de 1822 las paredes laterales mostraron tener alguna debilidad, motivo por el cual se emprendió de inmediato la edificación de los ocho contrafuertes laterales, que actualmente existen en los costados norte y sur del edificio. Esto hizo que los contrafuertes rompieran el volumen de las paredes laterales, detalle este que no estaba contemplado en los planos originales. Estos contrafuertes tienen 6 metros de altura y sus paredes alcanzan casi los 8 metros.
Un nuevo sismo, esta vez en marzo de 1851, destruyó de un modo total la fachada del templo, lo que sin lugar a dudas se debió a la acción de presión que sobre la fachada ejercieron las dos torres laterales. La torre del lado norte (la del reloj), resultó además bastante afectada, razón por la que estuvo a punto de ser demolida. Se la pudo consolidar y es tradición que en tiempos del Obispo Thiel se le pusieron unos tirantes de hierro para evitar, como en efecto se ha conseguido hasta ahora, que nuevos sismos pudiesen dañarla a profundidad.
El vecindario de Heredia de 1855 y 56, unió sus esfuerzos para la obra de su reedificación. Esta vez se ubicó la fachada a unos nueve metros más hacia el oeste, y el diseño fue de corte neoclásico, elaborado por el Ingeniero alemán Director de la Oficina de Obras Públicas del Gobierno, señor Francisco Kurtze. Esta obra se inauguró el año 1856. De modo que el aspecto del templo parroquial, data de este último año.
La longitud original del templo era de unos 67 metros, la actual planta es de 76 metros; la anchura no ha variado y es de 19 metros.
El interior contaba con entablamiento en el techo, pero tenía expuesta la armadura total, los soportes en forma de pilares, y las vigas y cerchas. Nada sabemos acerca de los altares originales que adornaban al templo, los que fueron probablemente de estilo barroco.
Entre 1878 y 1879 se realizó una profunda remodelación interior del templo. Fue entonces cuando se colocaron en las ventanas los vitrales que actualmente tiene, y las baldosas de mármol del piso. Las columnas de madera fueron forradas con ese mismo material, pero se las dotó de basas de piedra y fuste y se las ornamentó con una decoración estriada de carácter helénico, dotándoselas con un sencillo capitel ático-jónico. Se colocaron cielos rasos laterales de madera y se hizo en la parte del centro una especie de falsa bóveda de cañón. Se acentuó el área de soporte de las vigas, para que mostraran mayor fuerza y solidez y se realizó allí una sobria decoración acorde con el conjunto. Todo ello enfatizó el carácter basilical del templo, posiblemente para semejarse con el interior de la iglesia catedral de San José, obra del arquitecto catalán don José Quirce Filgueras.
La obra de remodelación interior del templo, lo que muestra es que allí se intentó romper con su arquitectura externa, mediante la introducción de una perspectiva más ligera, la que se consiguió gracias al empleo de la madera. pudo de este modo, con sus falsas columnas cilíndricas y estriadas, con la adopción de una bóveda simulada, la que se rompe sobre el altar mayor en una construcción de artesón, para dar existencia a una concepción totalmente nueva. Así, cada columna, desde su basamento hasta su enlace con la cornisa superior, que es el arranque de la falsa bóveda de cañón, la misma falsa bóveda y el artesón sobre el altar mayor, adquieren su articulación espacial que crean un sentido de integración y señorío, del que carecía antes este templo. A ello, ha de agregarse la coloración interior que se logró con los vitrales policromos. Esto está hoy por supuesto disminuido por el uso de la electricidad, la que no existía cuando se colocaron allí los vitrales.
Es por ello que en lo exterior, el templo muestra fuertemente la herencia de la arquitectura dieciochesca colonial centroamericana, en particular la que irradió desde Nicaragua; su pesadez tenía evidentes fines, dada la fuerte actividad sísmica en el istmo. La altura de las torres es de aproximadamente 23.50 metros y el frontón de la fachada principal alcanza hoy en su parte más alta los 16 metros. En su interior, predomina la tendencia basilical, cargada con las influencias del neoclásico, y es probable que sus nuevos altares tuvieran este mismo carácter. Los actuales altares de la basílica de Santo Domingo de Heredia deben haber sido inspirados en esta misma fuente herediana. Por ese motivo pensamos que los amantes del arte pueden formarse una mejor idea de cómo fueron a partir de 1879 los hoy desaparecidos altares del interior de la iglesia de Heredia, si visitan a esta última basílica.
El aspecto pesado y volumétrico del templo, proclama a todos el fervor cristiano y el aristocrático orgullo de quienes la proyectaron y levantaron. El tamaño del monumento era además el símbolo del orgullo urbano del vecindario, dado que estaba ubicado en el verdadero centro de la ciudad. Cerca de él y alrededor de la plaza, se hallaba el cabildo y más tarde habrían de levantarse además, las mejores casas de Heredia. Hay visión de futuro en la grandeza del templo, y la obra expresa a la vez las dimensiones de la fe al servicio de Dios, de los heredianos de finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX. Las altas torres que acogen las campanas, eran para procurar hacer llegar lo más lejos posible el mensaje de convocatoria a los oficios divinos, a las fiestas y a los duelos.
Estamos en presencia del gran «edificio» de la ciudad. A través de él es posible «leer», descifrar a la luz de la historia, la sociedad, la política, la economía de la época en que el edificio se construyó. Ahí lo tenemos, y es preciso que sepamos captar el críptico mensaje que contiene.
Este templo fue declarado Monumento Nacional el 24 de mayo de 1963.
El ábside del templo parroquial
Somos de la opinión que tanto el ábside del templo como el local anexo hacia el sur, que corresponde a la parte trasera de la sacristía de la iglesia, son los que muestran más a plenitud el pasado colonial de aquél. O sea, que es allí donde pareciera que más se ha detenido el tiempo.
La masa elevada de los dos soportes o contrafuertes que contribuyen a darle solidez al muro del ábside, dan un carácter de pesadez a esta parte de la iglesia.
Si hay alguna parte donde pueden haber quedado rasgos del muro antiguo que financió don Pedro Antonio Solares para conseguir sus dispensas matrimoniales a principios del siglo XIX, es en este sector del este. Sólo nos faltaría la calle empedrada y un personaje a caballo que cabalgara a la luz de la Luna, para que nos sintiéramos trasladados a los albores de nuestra vida independiente en Heredia.
Tomado de “Añoranzas de Heredia”. Textos Históricos de Carlos Meléndez Ch. Dibujos de Mario Ramírez E.
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