La ciudad de San José
Vista por Thomas Meagher al promediar el siglo XIX
El camino a San José era ancho, compacto y plano. Y aparecieron los cafetales y las largas hileras de blancas y limpias casitas de campo que se extienden a ambos lados del camino, desde el puente del Virilla hasta los linderos municipales de San José. Estas filas de casas solo están cortadas por patios, huertas y plantíos, todos con señanales de la más cuidadosa industria.
A un trote corto, pasamos frente al cuartel de artillería; en seguida por el palacio del Gobierno, cerca del cual y de los demos edificios e instituciones notables estaba el Hotel de Costa Rica.
Mirando la ciudad de San José desde e bonito balcón, la capital de Costa Rica tenia el aspecto de una ciudad pequeña y compacta, con calles estrechas, dispuestas en cruz y techos de tejas coloradas. Había astas de bandera y también campanarios y penachos de reluciente y verde follaje que brotaban por entre los tejados rojos, aquí y allá, arriba y abajo y por todas partes. Más lejos y por encima de los techos, pero muy cerca de nosotros, al parecer, estaban las montañas de San Miguel, en cuyas faldas resplandecían los cañaverales que las cubrían todas, tan vivo era su verdor.
Allí estaba, radiante y reposando en medio de las palmeras, de los mangos que dan sombra a sus patiecitos; de las flores niveas de los cafetos; del follaje lustroso, liso y rico de los guayabos y limoneros dulces; de los naranjos y plátanos que brotan por entre el derroche de tejas coloradas llenando de perfumes el aire sereno; de los rebaños de bueyes que circulan afanosamente y con gran docilidad por las calles, ya acarreando a la plaza del mercado los productos del campesino, ya regresando a casa de éste con los accesorios de su confort que los barcos procedentes de Inglaterra, Hamburgo, Guatemala y Francia importan, o con los que, fabricados en talleres más ingeniosos, ha estado trayendo rápidamente desde hace algún tiempo el ferrocarril de Panamá. Cada cual está en sus quehaceres; ninguno hay ocioso; nadie es demasiado presumido para no comerciar o no trabajar; a todos anima un espíritu de emancipación que tiende a alcanzar una vida independiente; el mecanismo del gobierno marcha con firmeza y, para sus fines de orden, con buen éxito proporcionado, lo anima un deseo cada vez mayor de establecer relaciones más estrechas con el mundo.
¡Ah, protéjala hasta el final de los tiempos esa Providencia simbolizada por la gran cima del Irazú que le da sombra! ¡Y que viviendo segura en medio de los cerros eternos, próspera e inviolable, le seo permitido dar el ejemplo —al través de muchas épocas de progreso— de que las naciones pueden ser grandes, grandes por el trabajo honrado, por la virtud de la vida doméstica, por las artes menos ostentosos de la paz, por el patriotismo, por el heroísmo; grandes por ser la imagen viva de ese ejemplo estimulante, aun cuando no tengan una armada que en su nombre surque los mares y aunque su territorio sea pequeño.
(Traducción de Ricardo Fernández Guardia)
Historia
A diferencia de Cartago, la ciudad de San José nunca fue fundada. La fundación era para los colonos españoles del siglo XVI toda una ceremonia político-religiosa que implicaba aspectos como celebrar una misa, dar nombre a la ciudad y realizar una serie de ritos para conformar el nuevo cabildo.
La actual capital del país tuvo un nacimiento más modesto debido a que en sus orígenes era tan solo un lugar de paso entre los Valles de Aserrí y Barva, principalmente.
En la provincia de Costa Rica del siglo XVII solo habían dos poblaciones realmente importantes: Cartago y Espíritu Santo de Esparza. No obstante, muchas familias se habían asentado en regiones como Aserrí, Barva, Curridabá y Pacaca.
La dispersión de estas familias le impedía a las autoridades políticas y religiosas, concentradas en Cartago, tener un mayor dominio sobre esa población. Era muy difícil, por ejemplo, recaudar impuestos, fomentar el trabajo agrícola y, para el caso de la Iglesia, impartir los oficios religiosos.
La Boca del Monte
En 1736 el cabildo de León de Nicaragua ordena edificar ermitas en el Valle de Aserrí. Con esta medida se intentaba congregar alrededor de los oratorios a los feligreses dispersos. Se decide construir una ermita en el lugar conocido como La Boca del Monte de Curridabá, ya que era una zona céntrica y de fácil acceso para los moradores de Aserrí.
El padre Juan Manuel de Casasola y Córdoba terminó el templo en 1738 y se lo dedicó al patriarca San José. Allí donde hoy se encuentra la tienda Scaglietti, detrás del Banco Central, se levantó la ermita que marca el nacimiento de nuestra capital.
La Iglesia ordena a los pobladores del Valle de Aserrí construir sus viviendas alrededor del templo en la Boca del Monte, sin embargo estos se niegan por apego a la tierra donde viven y por la escasez de agua en el lugar. El problema del agua lo resolvió el padre Juan de Pomar y Burgos en 1747 con una acequia de tierra que trasladaba el líquido, probablemente, desde el río Torres o desde la quebrada Arias. Para 1755 el templo se encontraba descuidado y con pocas casas a su alrededor. Como ya el problema del agua no existía, el alcalde de Cartago, Tomás López del Corral, obligó a las familias de Aserrí a trasladarse «bajo pena de cien pesos de multa» para los que no lo hicieran. También amenazó con castigos corporales, quema de ranchos y destierros. Así fue como la ermita, después de 18 años de abandono, tuvo por fin compañía.
Pobladores
El establecer un poblado, requería trasladar familias de los centros indígenas más cercanos, muchas veces contra su propia voluntad.
Era difícil acostumbrar, ya que apartarlos de su lugar de origen no les agradaba. En esta nueva comunidad los pobladores eran devotos del Patriarca San José, con cuya imagen desfilaban el 19 de marzo de cada año.
San José
En la segunda mitad del siglo XVIII la Boca del Monte empezó a ser conocida por sus pobladores como «La Villita» o «Villa Nueva» hasta que en 1801 el gobernador Tomás de Acosta la llamó oficialmente «San José».
Para 1776 la ermita se había trasladado donde hoy está la Catedral Metropolitana y ostentaba el rango de parroquia. En 1783 lo feligreses eran casi cinco mil y se dedicaban al cultivo de maíz, caña y trigo.
Gracias a los esfuerzos del diputado y presbítero Florencio del Castillo, San José es nombrada municipalidad por primera vez en 1812. La fundación de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás fue uno de los principales logros de este ayuntamiento.
Luego de la independencia de España, Costa Rica se fragmentó en dos bandos con intereses contrapuestos: los cartagineses que deseaban adherirse al imperio de Iturbide en México y los josefinos y alajuelenses con ideas republicanas.
En abril de 1823 Gregorio José Ramírez forma un pequeño ejército con los partidarios de la República y se enfrenta a los cartagineses en las lagunas del Alto del Ochomogo. Al ganar los republicanos el enfrentamiento, rompen nexos con Iturbide y, el 16 de mayo de 1823, trasladan la capital de Costa Rica de Cartago a San José.
Durante el gobierno de Braulio Carrillo ocurre La Guerra de la Liga donde San José se consolida como capital luego de vencer a Alajuela, Cartago y Heredia. El 27 de mayo de 1839 Carrillo decreta que San José «será siempre la capital del Estado».
El Desarrollo de la ciudad
Si bien San José se convirtió en la ciudad más importante del país, su infraestructura era muy sencilla, sin ningún edificio sobresaliente. Los «aires de ciudad» se empezaron a percibir durante el gobierno de Juan Rafael Mora Porras (1849-1859) cuando se edificaron obras influidas por la arquitectura moderna.
Fue una época de bonanza económica gracias a la producción y exportación de café.
En la segunda mitad del siglo XIX nacieron en el cantón teatros, iglesias, bancos, hoteles y edificios estatales. San José estrenó cañería, alumbrado público, tranvía y servicio de telégrafos. Al finalizar el siglo vivían en la ciudad más de 37 mil personas.
A principios del siglo XX los esfuerzos se dirigen hacia el mejoramiento de la higiene pública. Durante el gobierno de Cleto González Víquez se tendieron redes de cloacas, se instalaron cañerías y se cambiaron las letrinas por inodoros.
Pese a la crisis mundial de 1929, se dan importantes esfuerzos por mejorar la red vial y pavimentar calles. Con el paso de los años los distritos centrales empiezan a ser invadidos por el comercio lo que provoca la emigración de los vecinos.
Situación actual
En las décadas posteriores San José se fue llenando paulatinamente de edificios públicos y privados de grandes proporciones. Tienen ahí su sede los tres poderes del Estado, los principales bancos, hospitales, teatros y museos. Además, se transforma en la ciudad mas poblada del país. Al igual que en sus inicios, San José es hoy utilizado por muchos como un lugar de paso: más de un millón de personas atraviesan la capital de lunes a viernes para dirigirse a su trabajo y una flotilla de 600 mil automóviles particulares ingresa diariamente al casco central.
Fuente: MSJ
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