Rogelio Fernández Güell(1883–1918)
Nacido en San José el 4 de mayo de 1883, Rogelio Fernández Güell fue hijo de Carmen Güell y Federico Fernández Oreamuno, hermano del expresidente Próspero Fernández (1882-1885).
Cursó la primaria en la Escuela Anexa al Liceo de Costa Rica y la secundaria en el mismo Liceo, donde tuvo como maestro a don Carlos Gagini. Bajo su guía paciente, Rogelio avanzó en sus estudios, pero abandonó las aulas tras la salida de Gagini de la dirección del Liceo.
Desde joven, su espíritu crítico se manifestó en la política y el periodismo. A los diecisiete años publicó cuatro artículos bajo el seudónimo «Sansón Carrasco» en el periódico El Tiempo, en los cuales ridiculizaba a figuras políticas de la época. Por estos escritos fue procesado y encarcelado, pero incluso desde prisión continuó defendiendo el derecho al voto y a la participación ciudadana.
Su carrera periodística se afianzó en El Derecho, desde donde, con apenas 19 años, desafió abiertamente al poder oligárquico y defendió los valores republicanos. En abril de 1902, tras la publicación de un artículo crítico hacia oficiales del ejército, fue atacado en el parque Central de San José: sufrió heridas en la mano y brazo derechos. Lejos de doblegarse, aprendió a escribir con la mano izquierda y continuó su labor combativa.
La persecución política alcanzó también a su familia, forzándolo al exilio en España. Allí tuvo contacto con figuras como Benito Pérez Galdós y Rubén Darío, y desplegó una fecunda actividad literaria. En Barcelona conoció a Rosa Serratocó Soley, con quien se casó el 15 de septiembre de 1906. Tuvieron tres hijos: Juan Rogelio, Federico y Luis.
Debido a conflictos familiares, el matrimonio se trasladó a México, donde Fernández trabajó en el Observatorio Astronómico y luego fue nombrado cónsul en Baltimore, Estados Unidos. En este periodo abrazó con entusiasmo el espiritismo.
Durante la presidencia de Francisco Madero, fue nombrado jefe del Departamento de Publicaciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, y posteriormente, director de la Biblioteca Nacional de México, siendo el primer y único extranjero en ocupar ese cargo. Al negarse a renunciar a su nacionalidad costarricense, tuvo que dejar el consulado.
Profundamente impresionado por la Revolución Mexicana, escribió una crónica sobre estos hechos y fundó el periódico La Época y la revista Helios, en la que publicó su novela espiritista Lux et Umbra.
De regreso a Costa Rica en abril de 1913, su combativo espíritu lo llevó a escribir en El Republicano, donde criticó duramente al candidato presidencial Carlos Durán Cartín y renovó su férrea oposición a la pena de muerte.
El presidente Alfredo González Flores le encomendó dirigir El Imparcial, un diario fundado para contrarrestar a los periódicos opositores al gobierno. Posteriormente, Fernández regresó a España durante la Primera Guerra Mundial, aunque el país mantenía su neutralidad.
El 28 de marzo de 1917, regresó a Costa Rica. Fue electo diputado durante el régimen de Federico Tinoco, quien lo nombró miembro de la Asamblea Constituyente encargada de redactar una nueva Constitución. Durante los debates, Fernández defendió con vehemencia la abolición de la pena de muerte, logrando junto a otros diputados que Costa Rica abandonara para siempre esa práctica.
Bajo la dictadura de los Tinoco, las libertades civiles fueron anuladas y, en respuesta, el periódico El Imparcial —dirigido por Fernández— fue clausurado el 25 de julio de 1917. La represión se intensificó: el 10 de noviembre de ese mismo año, se publicó una lista de enemigos del régimen, entre ellos Fernández y sus hermanos.
Sin rendirse, Fernández lideró un pequeño grupo insurgente de dieciséis hombres. El 15 de marzo de 1918, en Buenos Aires de Puntarenas, fueron emboscados. Rogelio recibió un disparo en la rodilla y, a pesar de pedir clemencia, fue asesinado por órdenes directas de Joaquín Tinoco.
Fue un héroe nacional que luchó contra la tiranía, un periodista brillante que denunció los abusos del poder y un escritor prolífico que dejó su huella en las letras de Costa Rica, España y México.
En su carrera política, defendió la abolición de la pena de muerte y el voto directo, contribuyendo decisivamente a consolidar la democracia costarricense en los albores del siglo XX. Su vida diplomática lo llevó a representar a México en el extranjero y su obra periodística y literaria apoyó las causas de la libertad en dos patrias que siempre llevó en el corazón.
En el 2021 fue declarado Benemérito de Patria, y en su honor la avenida central, la principal avenida de San José, lleva su nombre.
Monumento y placa en Buenos aires de Osa, en el lugar donde fue asesinado Rogelio Fernández Güell y otros cuatro compañeros.
Placa en la escuela República de Panamá en San Antonio de Desamparados.
HOMENAJE
A LOS
HÉROES
JEREMIAS GARBANZO
RICARDO RIVERA
ROELIO F GÜELL
JOAQUIN PORRAS
CARLOS SANCHO J
SALVADOR JIMENEZ
17 MARZO 1918
Resumen
Rogelio Fernández Güell(1883–1918)
Fue un destacado político, periodista y escritor costarricense, conocido por su intensa actividad política y su compromiso con ideales liberales y reformistas. Nació en San José, Costa Rica, en una familia de origen español, lo que le permitió también tener vínculos culturales y educativos con Europa.
Desde joven, Fernández Güell mostró gran interés por la política, las letras y el pensamiento filosófico. Estudió en Europa, donde se empapó de las corrientes liberales y progresistas de principios del siglo XX. Posteriormente, trabajó como diplomático, periodista y asesor político en varios países de América Latina, incluyendo México y Cuba, donde vivió momentos de gran agitación política.
Su figura es especialmente recordada por su oposición al régimen de Federico Tinoco Granados, quien tomó el poder en Costa Rica tras un golpe de Estado en 1917. Fernández Güell lideró una conspiración armada contra Tinoco, conocida como el «complot de La Cañada», en la que buscaba restaurar el orden constitucional en el país. Sin embargo, el intento fracasó y Fernández Güell fue capturado y asesinado junto a varios de sus compañeros el 10 de marzo de 1918.
A lo largo de su vida, además de su labor política, escribió varios ensayos y artículos periodísticos en los que plasmó su visión crítica de las injusticias y su anhelo por una Costa Rica democrática y justa. Tras su muerte, su figura fue rehabilitada y reconocida como un mártir de la democracia costarricense.
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