Yolanda Oreamuno

Yolanda Oreamuno

Yolanda Oreamuno

Sólo sufre quien no está dispuesto a reconocer la necesidad de las derrotas”.

Y. O.

El mito de la bella peligrosa

«Yolanda hace todo lo posible como mujer para disimular su condición de ángel«. Con esta frase, Eunice Odio describe a esta otra escritora, considerada por muchos estudiosos como la mejor novelista costarricense de todos los tiempos. Precursora del movimiento vanguardista, ella rompió con un ciclo de costumbrismo, ya para su época agotado, e instauró una literatura que ahonda en el ambiente psicológico de ,os personajes, más que en el plano cotidiano de la realidad.

Yolanda Oreanumo Unger nació en San José, el 8 de abril de 1916. Al año siguiente muere su padre. Dueña de una singular belleza y una lucidez deslumbrante, ella reunía los ingredientes necesarios para ser bendecida por la fortuna, pero el destino le tendió una mala jugada, truncando el porvenir que ella hubiera deseado. El mismo destino parece artífice de la desaparición de casi toda su obra, pues sólo se rescata una de sus novelas.

Desde muy joven inició su labor de autora. Siendo una adolescente, alumna del Colegio Superior de Señoritas, se aventura a escribir para un concurso. El tema es «MEDIOS QUE USTED SUGIERE AL COLEGIO PARA LIBRAR A LA MUJER COSTARRICENSE DE LA FRIVOLIDAD AMBIENTE», bastante ambicioso y atrevido para la época. Con 17 años, presenta al certamen ¿QUÉ HORA ES?, un elocuente ensayo que expone diferentes aspectos de la sociedad y de la mujer. Aquí clarifica su posición adversa hacia los estereotipos que fomentan la doble moral, las actitudes machistas y la auto-compasión femenina.

«¡Que no haga la mujer poses de feminista, mientras no haya conseguido la liberación de su intelecto, de lo mejor de ella misma preso dentro de su propio cuerpo! Nunca hay que olvidar que la tarea se acomete por el principio. El feminismo que busca reivindicaciones «políticas», sin haber conseguido otro éxito que el de ponernos tacones bajos y el cortarnos el pelo, será por fuerza un movimiento equivocado mientras no le quite a la mujer el prejuicio de que el hombre debe mantenerla y mientras no borre de la masa cerebral femenina el «miedo de decir», el decir mal, y la deliberada tendencia a ignorar todo lo que no sean nuestros mediocres y pequeños problemas individuales«.

«No sabemos de nosotras mismas sino lo que el hombre nos ha enseñado» (1).

A través de sus palabras, Yolanda promueve la identidad femenina, diferente a la del hombre, pero con una plena conciencia de género, tal que le permita ser compañera y no enemiga ni esclava. Ella recibe mención de honor con su propuesta y pronto comienza a publicar en la revista literaria REPERTORIO AMERICANO, dirigida por Joaquín García Monge.

Una vez terminada su enseñanza media, hace estudios de secretariado y trabaja para el Ministerio de Educación, en 1935. Ese mismo año, algo extraño sucede en su vida: Yolanda es secuestrada, por un individuo de apellido Goi-coechea.

Dichosamente, el rapto no fructifica, pues es rescatada a las pocas horas. Ella no sufre ni daño ni abuso alguno.

Al año siguiente, en 1936, contrae nupcias con Jorge Molina Wood, diplomático chileno, a quien conoció por su trabajo en el Ministerio. La pareja decide mudarse a Santiago, Chile. Ahí, su marido sufre una crisis emocional que lo lleva a la muerte. Con un revólver se suicida a los pies de su esposa. Curiosamente, esta triste anécdota es citada por la propia Yolanda, por medio de uno de los personajes de su obra cumbre, LA RUTA DE SU EVASIÓN.

«Hace poco leí en un periódico que un amante, al dispararse en la sien un tiro, estando sobre las rodillas de su amada, …» (2)

Ella regresa a Costa Rica, viuda a los veinte años. En 1937 se vuelve a casar y de esta unión nace su único hijo. Fiel a lo que promulgaba, el matrimonio no la aleja de su labor de escritora. En 1940, una novela suya, POR TIERRA FIRME, es seleccionada para participar en el Concurso Latinoamericano de la Editorial Farrar & Rinehart, junto con obras de José Marín Cañas y Fabián Dobles. Esta novela se perdió, pues la autora nunca quiso publicarla y el original, enviado al certamen, fue probablemente quemado, tal y como procedía a hacerse con los documentos que no ganaban el premio.

Ermilo Abreu Gómez escribió: «La belleza de Yolanda es tranquila, serena, fijada por líneas que parecen trazadas en el aire, de tan leves y tan tenues que son …el óvalo perfecto de su cara» (3). «Era tal su belleza que se paraba el Sol a verla«, recuerda su amigo Joaquín Gutiérrez. Su hermosura era coronada con inteligencia, y esta combinación suele ser peligrosa. Más aún lo era en la Costa Rica de entonces, cuando la participación de la mujer en la vida pública estaba prácticamente vedada. Una mujer «metida en cosas de hombres» no era bien vista.

En 1945, Yolanda se dispone a publicar una novela, DOS TORMENTAS Y UNA AURORA. Debido a que la persona escogida por la autora para escribir el prólogo no lo hace, ella decide guardársela. Posteriormente, en México se conoce un fragmento de esta obra, bajo el título de JUAN FERRERO.

El segundo matrimonio de Oreamuno fracasa y se divorcia a mediados de año. Inicia una disputa por la patria potestad de su hijo, la cual concluirá con su derrota. Algunos cuentan que al caminar por las calles de San José era víctima de insultos, por el hecho de ser divorciada. Yolanda Oreamuno era bastante conocida en el medio, por ello la noticia de su separación se propagó rápidamente, así como una tempestad de comentarios típicos de la Costa Rica aldeana de entonces.

Como estrategia de supervivencia muestra una actitud indiferente a la sociedad, que la condenaba. Se refugia en su oficio de creadora y produce dos novelas: DE HOY EN ADELANTE (también nombrada Nuestro silencio) y LA RUTA DE SU EVASIÓN. Envía ambos trabajos al concurso literario «15 de septiembre», con sede en Guatemala, en 1947.

Yolanda gana el Premio Centroamericano de novela en 1948, con LA RUTA DE SU EVASIÓN. La otra novela pasa a ser parte de su producción perdida, pues no se ha podido recuperar. El documento enviado al certamen fue, probablemente, otra víctima de las llamas (como el caso de POR TIERRA FIRME), de acuerdo con lo estipulado por ley. Viaja a recibir el premio y se nacionaliza guatemalteca. Anteriormente, ha estado en México, según lo atestiguan varios documentos por ella escritos, así como en Bogotá, Colombia, donde escribió APOLOGÍA DEL LIMÓN DULCE Y EL PAISAJE, en 1944.

En una carta a su amigo Joaquín García Monge, declara:

«Costa Rica estaba decidida a acabar conmigo para poder cantar mis leyendas libremente, mi existencia humana de mujer les molestaba. Yo era demasiado buena para lo mala que me hubieran deseado, o demasiado mala para lo buena que me trataban de hacer … Les dejo mi leyenda para que se distraigan, pero me vengo yo …» (4).

En Guatemala, un nuevo episodio trágico le espera: la separan de su hijo. Alguien cuenta que ella, desconsolada, acudía a ver todos los días a su hijo en el internado donde estaba, pero sólo le permitían acercarse a los portones, cerrados, por supuesto.

Sola, sin su retoño, un poco decepcionada del ambiente de la antigua Capitanía General, Yolanda decide mudarse a México, espacio que albergaba muchos emigrantes de entonces y que ofrecía mejores posibilidades.

¡México es mío!

Al primer contacto con la nación azteca, Yolanda sucumbe ante el encanto que este territorio ha ofrecido desde siempre. Certeramente lo expresa en su ensayo, de estilo poético, MÉXICO ES MÍO:

« (…) en la crueldad indiferente de esta ciudad, en la ternura de sus cosas puras, inalterables y buenas, México es mío.

Es mío cuando me pierdo, número solo, en sus grandes avenidas, y es mío cuando lo miro correr, atropellarse y avanzar.

Y cuando estoy aquí, y lo sé, en tierra extraña, entonces, para acompañarme, México es mío» (5).

Para entonces, México es ya centro motor de la cultura y la producción artística latinoamericana; tierra de oportunidades y oráculo para los aquellos creadores que debían iniciar una travesía, en busca de oportunidades y un reconocimiento más justo de su arte. Aunque se desconoce la fecha exacta en que llega, se sabe que se establece en el Distrito Federal.

Como observadora, Yolanda trasciende el plano de la realidad común, la «generalizada». Ella sabe extraer la sustancia pura de los sentimientos que todo rostro carga consigo, aunque se trate de una figura anónima. Realiza una fotografía introspectiva, más psicológica:

««Mariachis» mexicanos. Son siete, todos tristes, todos duros, todos pobres, son con ellos siete puñales filosos, puntiagudos, suavemente curvados, que en sus manos mexicanas y viriles son siete respuestas inmediatas a cualquier pregunta torcida o a cualquier intención aviesa. «Mariachis» de Tenampa y Xochimilco, en vosotros, enlutados, México es mío» (6).

Igualmente, su actitud de denuncia también se hace explícita aquí. En su texto, GENTES DE CAFÉ EN EL MÉXICO DE 1945, afirma:

«… ¡qué pequeños me parecen los literatos de café, podridos de malabarismos mentales, de pequeñas insidias, y de frases acertadas y efímeras! ¡Pero qué pequeños! Hay gente ahí que ha escrito un verso en su vida, o redactado un diccionario lacónico de alguna lengua indígena, o vive de una columna de periódico reaccionario, y que se sientan orondos, a disertar sobre todos los problemas con autoridad consumada. Como lo que son, como hombres de café, y para quien esto puede interesar, son deliciosos, exquisitos, inimaginables. No tenemos allá ese espécimen curioso» (7)

La producción de Yolanda Oreamuno en México es vasta aunque ella interpone el principio de calidad ante el afán de cantidad. Como parte de sus escritos realizados en la geografía mexicana, destacan: PASAJEROS AL NORTE, MÉXICO ES MÍO, GENTES DE CAFÉ EN EL MÉXICO DE 1945 (al parecer, fragmento de una carta dirigida a Joaquín García Monge), VALLE ALTO, LA LLAVE, UN REGALO, DE SU OBSCURA FAMILIA, JUAN FERRERO (parte de su novela DOS TORMENTAS Y UNA AURORA) y TRES HISTORIAS DE ANIMALES (MANZRUR, EL PEZ, SCHEHERAZADA, LA PEZ Y LA FIERA). Se ha afirmado que, estando en México, Yolanda recibió la oferta de trabajar como actriz y que ella no aceptó. Sin embargo, este supuesto no se ha podido constatar, como muchos otros episodios de su vida.

La estancia de la escritora en México es interrumpida, debido a una casi mítica enfermedad que padece. En 1949, deja México para internarse por cuatro meses, en un hospital de caridad, en Washington, Estados Unidos de Norteamérica, donde le realizan varias operaciones. Al parecer, sufría de cáncer.

Durante su estadía en los Estados Unidos de Norteamérica, escribe HARRY CAMPBELL PALL, una sátira sobre la «construcción» de la historicidad de un personaje, en una cultura en constante búsqueda de su identidad histórica. Una vez más, el ojo crítico de Oreamuno retrata la esencia de la realidad. En el relato ella indica el lugar y fecha de su creación: Baltimore, 3 de octubre, 1949.

Convaleciente, regresa a la capital azteca, pero la pena es su principal dolencia y esto afecta su recuperación. A propósito de este momento en su vida, Chavela Vargas recuerda que «cuando Yolanda Oreamuno llegó a México ya estaba muy mal. Se le notaba en su rostro, que era sólo una sombra de lo que había sido antes, en Costa Rica«.

La ruta de su pasión

«Seca y gris como la ceniza; seca y dura como la piedra; seca y movible como la llama; seca y fría como el metal; seca y quebradiza como el vidrio; seca y sonora como la campana; así es la soledad» (8).

Yolanda Oreamuno Unger murió la mañana del domingo 9 de julio de 1956, en el Distrito Federal. Aunque la vida misma le negó muchas cosas -como a los grandes, ella una de estos- la libró de morir sola. Falleció en los brazos de su mejor amiga, Eunice Odio, quien la atendió en los últimos días de su vida, en su apartamento de la Calle Río Neva.

Luego de cinco años de fallecida, en 1961, unos cuantos amigos se organizaron para traer sus restos al país. Su sepulcro está olvidado en un rincón del Cementerio General. Cuatro décadas después de su deceso, no se ha colocado ni tan siquiera una placa que le identifique. Sin embargo, su memoria inspiró una escultura, colocada en el Paseo de los Artistas del Teatro Nacional. Ahí está ella, única mujer entre los hombres de la historia artística nacional.

Con el paso del tiempo, su figura ha tomado relevancia, a tal punto que se le considera pieza clave dentro del quehacer escrito costarricense. «Bien podría hablarse, desde la perspectiva del aporte femenino a la escritura narrativa de nuestro país, de dos momentos: antes y después de Yolanda Oreamuno» (9), afirma la también escritora Emilia Macaya Trejos. «Sin duda, la autora escribió su obra para el futuro y no para el momento que le tocó vivir» (10), agrega la Dra. Rima de Vallbona.

El ensayo ¿QUÉ HORA ES? ha sido incluido dentro de los planes de lectura para la educación media, la recopilación LA NARRATIVA DI YOLANDA OREAMUNO, llevada a cabo por de Vallbona, ha logrado rescatar muchos de sus textos del olvido y la investigación de Macaya, bajo el título de ESPÍRITU EN CARNE ALTIVA, ha dado una nueva y acertada interpretación a la palabra de esta notable autora.

Yolanda Oreamuno: una mujer con voz propia, tan bella y tan brillante que no pudo ser entendida por sus contemporáneos, pero que supo plasmar su visión acertadamente, con pasión y talento, para recordarnos que los grandes no siempre nacen en el momento propicio, pero su genio se impone, aún ante el tiempo.

Hoja postrera (fragmento de La ruta de su evasión) (11)

«Siempre queda en algún árbol una hoja postrera, prendida a la rama por un milagro de resistencia inexplicable, y todas las mañanas, al pasar, formulamos una despedida porque tememos no encontrarla allí al día siguiente. Es tan frágil su aspecto, descomedida su posición, muerto su color, que no podemos explicarnos por cuál fenómeno se mantiene en su sitio invulnerable al viento, la escarcha y el frío. Simboliza el recuerdo borroso de lo que fuera en primavera y verano el ropaje del árbol; es la manifestación única de su antigua forma; la rúbrica de su linaje, el síntoma de su especie. Pese a todo lo precario que esa hoja solitaria representa, en su humildad, en su indefensión, tiene un noble elemento de fortaleza.

Cada mañana la buscamos para comprobar en su delicado tallo o en el contorno de su cuerpecillo aterido los efectos de la intemperie, y repetimos la nostálgico despedida. Pero al verla de nuevo, inalterable y sola, nos preguntamos sobresaltados si resistirá todo el invierno allí. Tanta tenacidad anónima despierta en nosotros cierto elemento de sospecha ¿por qué resiste?, ¿irá a permanecer a pesar de todo?, ¿para qué su inmutabilidad?, y nos vamos acostumbrando a su presencia en el árlx>l trente a nuestra casa. Lentamente, con la familiaridad de lo inevitable, olvidamos la hoja fiel. Una mañana cualquiera ya no levantamos la cabeza para buscarla, ni nos despedimos de ella hasta nunca. Ha entrado a formar parte del paisaje inalterable, de ese paisaje permanente más allá de las estaciones y las temperaturas. Y muchos días después, casi sin pensar en ella, echamos una mirada descuidada que nos revela su ausencia. Se fue con el viento. Ya no está. Se fue sin despedida, sin adiós y sin lágrima. Tampoco dejó recuerdo. Simplemente se fue«.

Yolando Oreamuno

Los restos mortales de Yolanda Oreamuno fueron traídos al país en 1961, gracias a la iniciativa de un grupo de amigos suyos.

N del E.: Al día de hoy la tumba de Yolanda Oreamuno en el Cementerio General luce muy diferente a como lo narra el autor. De hecho ya hay una placa, y se le hizo un homenaje póstumo en el lugar, como se puede ver en algunas de las imágenes de la galería que acompaña la reseña.

Yolanda Oreamuno ¿Quién fue y qué hizo?
 
 
Libro Yolanda Oreamuno
 
Este libro de la serie “¿Quién fue y qué hizo?” sobre la escritora costarricense Yolanda Oreamuno, publicado por el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, es un claro empeño de acercamiento y reivindicación acerca de la vida y la obra de Yolanda Oreamuno. Sin desmedidas pretensiones, la autora de este ensayo se aproxima con sensibilidad y apreciable rigor expositivo a una obra intensa y apasionada, precursora en muchos aspectos de los modernos procedimientos narrativos latinoamericanos.

Galería

 
Tomado de «Tres mujeres apasionadas» de la Revista herencia de la UCR, programa de rescate y revitalización del patrimonio cultural.

Notas:

1. Yolanda Oreamuno. A lo largo del corto camino. San José: Editorial Costa Rica. 1961, pp. 50, 51.

2. Yolanda Oreanumo. La ruta de su evasión. San José: EDUCA. 1994, p.328.

3. Yolanda Oreamuno. La ruta de su evasión. San José: EDUCA. 1994, pp. 7,8.

4. Fragmento tomado de: Amalia Chaverri. Estalla el silencio: ahora en carne altiva. En: La Nación, Suplemento Ancora. 14 de diciembre de 1997,

5. Yolanda Oreamuno. México es mío. En: Rima de Vallbona La narrativa de Yolanda Oreamuno. San José: Editorial Costa Rica. 1995. p.227.

6. Yolanda Oreamuno. México es mío. En: Rima de Vallbona. La narrativa de Yolanda Oreamuno. San José: Editorial Costa Rica. 1996, p.226.

7. Yolanda Oreamuno. Gentes de café en el México de 1945. En: Rima de Vallbona. La narrativa de Yolanda Oreamuno. San José: Editorial Costa Rica. 1996, pp. 229,230.

8. Yolanda Oreamuno. Un regalo. En: Rima de Vallbona. La narrativa de Yolanda Oreamuno. San José: Editorial Costa Rica. 1996, p.259.

9. Emilia Macaya Trejos. Espíritu en carne altiva. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica. 1997, p.81.

10. Rima de Vallbona. La narrativa de Yolanda Oreamuno. San José: Editorial Costa Rica. 1996, p. 53.

11. Yolanda Oreamuno. La ruta de su evasión. San José: EDUCA. 1996, pp. 271.272.

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