David King. El juicio de Adolf Hitler: El putsch de la cervecería y el nacimiento de la Alemania nazi. Buenos Aires-Seix Barral. 639 páginas.

El libro está dedicado a los albores del nazismo. El partido que tendría un destino tan sombrío había sido fundado en 1919. Un tiempo después un veterano de guerra con un par de condecoraciones por su valor, lograba ponerse a su frente.

Como es sabido, Adolf Hitler, casi desconocido todavía, ya dirigía el Partido Obrero Nacional Socialista Alemán en 1923. Año de hiperinflación, crisis generalizada e intentos insurreccionales en Alemania. El incipiente nazismo era todavía un pequeño partido, que sólo tenía influencia en la región de Baviera y sobre todo en la ciudad de Munich.

Precisamente allí, en el mes de noviembre, el joven líder encabezó una insurrección, en compañía de un reaccionario general del ejército germano, Erich Ludendorff. El alzamiento fue derrotado rápido y sin gloria. Bastaron unas cuantas balas de la policía local para poner en fuga a los golpistas.

Un juicio a la medida

Ese suceso de apariencia intrascendente, iba a marcar un punto de partida en el progresivo ascenso del futuro Führer. Sometido a juicio por “alta traición” junto a sus cómplices, un complaciente tribunal le dio oportunidad de alegar en su defensa y hacer múltiples intervenciones durante el proceso público.

Hitler pasó del lugar de acusado a presentarse como adalid del patriotismo alemán. Periodistas de todo el país y del resto del mundo cubrían el juicio. El antiguo cabo y pintor fracasado halló una repercusión impensada hasta poco tiempo antes.

La “ayuda” de los jueces siguió adelante. Podrían haberlo deportado por ser austríaco. O condenarlo a muchos años de prisión. Ocurrió todo lo contrario. Le asignaron una pena levísima y con condiciones muy favorables para su cumplimiento. Era la misma “justicia” alemana que, por acusaciones menos graves, le dictaba severas condenas a hombres de izquierda.

El genocida en ciernes fue cómodamente alojado en una fortaleza, durante apenas unos meses. Recibió todo tipo de visitas y mensajes de aliento. Comenzó allí a escribir su “obra magna”, Mi lucha, mezcla de autobiografía y arenga doctrinaria que contribuiría a su fama.

La derecha descubre a un “amigo”.

En el vasto campo de la derecha alemana, Hitler pasó a ser considerado un patriota, “desinteresado y de nobles ideales”. Su furiosa judeofobia era un “detalle” apenas incómodo y sólo para los que no compartían su antisemitismo. El anticomunismo a toda prueba y su odio contra el orden político democrático resultaban en cambio virtudes para cultivar.

No podía saberse en 1924 que el dirigente nazi se convertiría en el líder político de Alemania y mucho menos que llevaría al mundo al borde de la catástrofe. Sí había plena conciencia en el acto de respaldar su nacionalismo extremo, xenófobo y belicista. Y la promesa de “orden”, al precio de destruir cualquier movimiento de protesta y toda organización obrera o de izquierda. Todo eso estaba ya claro y los conservadores alemanes decidieron estimularlo.

 La semilla estaba sembrada. La evolución no se detendría hasta 1933. Los grandes empresarios y otros sectores con poder consintieron entonces en el encumbramiento del caudillo nazi a canciller del Reich, con la expectativa de manejarlo. Por lo pronto, era una garantía de represión hacia el movimiento obrero y los partidos de izquierda, acciones siempre gratas para el gran capital.

Una obra para ser meditada

El libro trata en extenso tanto el golpe frustrado, como el juicio bochornoso que lo siguió. Y la confortable estancia en prisión del que llegaría a ser el más nefasto de los dictadores. Quienes se interesan por la historia del nazismo habrán leído más de una vez relatos acerca de la actuación hitleriana en este período. Lo inusitado en este caso es el extenso y pormenorizado tratamiento de esos hechos que hace el autor.

King tiene formación académica en historia y la vuelca hacia el gran público, incluso en búsqueda del éxito de ventas, que suele lograr con sus libros, incluido éste. Eso no quita que la obra está bien escrita y tenga bases sólidas. Hace un amplio uso de fuentes, está muy atento al seguimiento de los sucesos que hicieron los medios de comunicación y a las propias actuaciones judiciales. Las referencias eruditas no obstaculizan que el conjunto de la obra resulte por añadidura entretenido, sin requerir conocimientos específicos o lecturas previas sobre el tema.

A casi un siglo de los acontecimientos que se narran en esta obra y en circunstancias históricas muy diferentes, pueden percibirse algunas similitudes. Cada tanto asistimos al ascenso de dirigentes con ideología de ultraderecha y actitudes inescrupulosas. Su acceso al poder se propicia como modo de frenar las “amenazas” que provienen de movimientos sociales activos y de políticos situados más o menos a la izquierda. En el fondo siempre se halla la expectativa de utilizarlos como vehículo para favorecer los intereses del poder real.

El conocimiento del “caso Hitler” brinda aún lecciones aprovechables, y la lectura reflexiva de este libro puede contribuir a la comprensión crítica de las mismas.

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