Semblanza sobre Monseñor Víctor Manuel Sanabria
Comp. Olga Alvardo Césèdes y Elena Troyo vargas
ASOCIACION PROMOCION HUMANA
MONSEÑOR SANABRIA
Y FILIAL EN SAN RAFAEL DE OREAMUNO
DIRECCION GENERAL DE MUSEOS
MINISTERIO DE CULTURA, JUVENTUD Y DEPORTES.
San José, Costa Rica
Junio 1989
Presentación
La Dirección General de Museos del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, presenta esta semblanza sobre Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, Arzobispo de San José entre 1940 y 1952, destacado por su pensamiento, que aún tiene vigencia, en el ámbito político y social costarricense.
Esta publicación es una contribución a la divulgación de los valores religiosos, humanos, democráticos y pacificadores del patrimonio legado por Monseñor Sanabria Martínez al pueblo de San Rafael de Oreamuno y de Costa Rica, que fundamentan nuestra identidad cultural como nación.
La figura de este insigne religioso se destaca por su aporte a las reformas sociales en beneficio de los sectores populares, durante el gobierno del Presidente Calderón Guardia.
Los problemas sociales de esa época, nacían de una grave crisis económica heredada de un viejo orden liberal, que se agravaba con los efectos de la II Guerra Mundial.
Su pensamiento político social lo llevó a emitir notables cartas pastorales.
Se pronunció a favor del Movimiento Sindical, del Seguro Social, de la Educación Profesional y de otras leyes que constituyen verdaderas garantías sociales y de las cuales los costarricenses gozamos y nos enorgullecemos.
Licda. María E. Murillo Madrigal
DIRECTORA GENERAL DE MUSEOS
MINISTERIO DE CULTURA, JUVENTUD Y DEPORTES
Biografía
Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, nació el 17 de enero de 1899 en San Rafael de Oreamuno, Cartago, fueron sus padres Zenón Sanabria Quirós y Juana Martínez Brenes.
Realizó estudios en su ciudad natal y los secundarios en el Colegio Seminario de San José. En 1915 ingresó al Seminario Mayor, en 1919 fue profesor en el Colegio Seminario y posteriormente obtiene en Roma el doctorado en Derecho Canónigo. En 1921 recibió la Ordenación Sacerdotal y regresa a Costa Rica.
En 1922 fue nombrado Coadjutor de la Parroquia de Cartago y Profesor de Religión del Colegio San Luis Gonzaga. En 1923 fue nombrado cura de San Ignacio de Acosta. En 1925 ocupa la Capellanía del Colegio de Sión y fundó el periódico católico «El Correo Nacional». En 1935 fue nombrado Vicario General de la Arquidiócesis y Canónico Teologal del Venerable Cabildo Metropolitano.
El 12 de marzo de 1938 fue designado como Obispo de Alajuela. El 7 de marzo de 1940 fue nombrado Arzobispo de San José; tomó posesión el 28 de abril de ese año.
Entre las obras escritas y publicadas por Monseñor Sanabria se pueden enumerar las siguientes: «Datos Cronológicos para la Historia Eclesiástica de Costa Rica» (1927-1932); «Ultimos Años de la Orden Franciscana en Costa Rica» (1931); «Anselmo Llorente y Lafuente, Primer Obispo de Costa Rica» (1933); «Primera Vacante de la Diócesis de San José» (1935); «Bernardo Augusto Thiel» (1941); «Episcopologio de la Diócesis de Nicaragua y Costa Rica» (1943); «Documenta Histórica Betae Mariae Virgines Angelorum» (1945) y «Geneologías de Cartago hasta 1850«, obra con la cual se incorporó a la Academia de Historia y editada después de su muerte.
Monseñor Víctor Manuel Sanabria, falleció el 8 de junio de 1952, a los 53 años de edad. Sus restos descansan en su ciudad natal. Fue declarado Benemérito de la Patria el 19 de noviembre de 1959.
Semblanza sobre Monseñor Víctor Manuel Sanabria
1. Introducción
Sin duda alguna, cuanto más nos alejamos en el tiempo de la deplorada y prematura muerte de Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, hijo legítimo de esta queridísima ciudad de San Rafael, de Oreamuno, tanto más venerable se torna su figura y tanto más gloriosa e inmortal resulta la obra a la que consagró toda su existencia.
Se cumplen en esta fecha treinta y seis años de la desaparición terrena de quien fuera entre nosotros el hermano querido, el sacerdote virtuoso, el celoso Pastor, el historiador insigne, el abanderado de la justicia, el ciudadano ejemplar, que fue Monseñor Víctor Sanabria Martínez.
No se trata, en una oportunidad como esta en que venimos a rendir homenaje a uno de los más esclarecidos personajes de la historia costarricense, de lanzar al aire loas sin sentidos y palabras cargadas de la adulación que nunca permitió en su vida el Pastor amado. Se trata más bien de dejarnos iluminar por el ejemplo esclarecido de sus virtudes, por la sabiduría de su profunda inteligencia, por el acentuado amor de su paternal corazón, por la constancia en la práctica del bien, por su inalterable apego a la justicia y por la estela imborrable que dejara su efímera existencia.
Para quienes tuvimos el incomparable privilegio de conocer y de tratar personalmente al Pastor amado, cada día que corre nos permite recordarle con más veneración, y amarle con cariño más profundo. Nos invita a enaltecer su gloriosa imagen y a celebrar con gratitud sincera la obra que él realizó con tanto empeño en aras de sus más nobles sentimientos, de sus elevadísimos ideales humanos y cristianos, de sus convicciones más hondas, en la entrega más amplia de su preciosa existencia.
Descubrimos en Monseñor Sanabria al auténtico cristiano, al ciudadano modelo, al ejemplar ministro del Señor, al humilde sabio y al sacrificado Pastor. Y bajo estos sencillos aspectos queremos en esta solemne oportunidad, reflexionar brevemente sobre su egregia figura.
2. El Legitimo Cristiano
Cristiano verdadero es aquel que hace de Cristo el ideal de su vida, que ama al Padre, sigue fielmente al Hijo y se deja conducir dócilmente por las inspiraciones del Divino Espíritu. El que en Dios ha encontrado el más preciado tesoro y por eso vende todo cuanto tiene para quedarse con esa única riqueza que en el Señor(1). El que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica(2), el que hace de la voluntad del Padre Celestial su comida y su bebida(3), el que se niega siempre a sí mismo, se abraza a la cruz de Cristo y carga con ella todos los días de su vida y sigue fielmente al Señor(4), el que se ha identificado de tal modo con Jesús que puede decir como el Apóstol Pablo: «Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí»(5) el que como Cristo puede decir al final de sus días: «Todo está cumplido»(6).
En Monseñor Sanabria reconocimos siempre al verdadero cristiano que escuchó la Palabra del Sen’ r con absoluta amplitud de mente y la acogió con generosidad de corazón tal; que como Abraham pudo esperar contra toda esperanza(7) y vivió eternamente para cumplir paso a paso el divino beneplácito que le fue conduciendo por los más diversos estrados y difíciles cargos en la Iglesia para realizarse ¿Vi su vida personal, para servir a sus semejantes y para con todo esto dar gloria al Señor.
Esa fe límpida de un niño que se fue acrecentando cada día en el alma diáfana de Monseñor Sanabria hasta su encuentro con el Señor, en que se tornó en evidencia, fue el arma poderosa que le sirvió para combatir valerosamente y alcanzar brillantes victorias sobre aquellos, que contra la voluntad del Pastor, por uno u otro motivo le combatieron, demostrando la certeza de esa sentencia de San Juan que «nuestra fe es la victoria sobre el mundo»(8).
Esa fe que le colmó de esperanzas las más fundadas sobre la recompensa eterna del cielo, fue la que puso en juego Monseñor Sanabria para practicar en todo tiempo su gran caridad para con sus hermanos, de manera especial para con los pobres y desposeídos, abogando por ellos mediante el establecimiento de la legislación social e instituyendo el Día de la Caridad meses antes de su muerte.
Porque fue un auténtico cristiano Monseñor Sanabria, fue gran imitador de la humildad, pobreza y sencillez del hijo del carpintero. Heredero de una cuantiosa fortuna, que como fruto de honroso trabajo le legaron sus padres, se deshizo de ella para invertirla en obras de la Iglesia.
Refiriéndose a la fe de Monseñor Sanabria el «Mensajero del Clero» de julio de 1952 se expresa así: «Hombre de fe profunda, de esperanza firme, de caridad abnegada… camino que siguen los santos en su marcha hacia Dios.»
3. Sacerdote Celoso
Llamado por Dios como lo fue Aarón en la Antigua Alianza y como lo fueron para Jesús sus amados Apóstoles, Monseñor Víctor Sanabria pudo decir desde el principia al Señor: «Ecce, adsum» heme aquí que estoy presente. Presente estaba el joven levita para preparar su mente, su corazón, para disponer su persona toda y su vida entera al sacerdocio ministerial con el que el Señor quería señalarlo, para que como Moisés fuera el caudillo libertador de todos los hombres esclavos del pecado, para que como David gozoso adorara y alabara al Dios tres veces santo, para que con la energía de los profetas predicara con fuego encendido la Palabra del Señor y con ella reprendiera los pecados de su pueblo, amonestara y aconsejara a los suyos hacia los caminos de la conversión y salvación, para que cual otro Bautista allanara los caminos del Señor y presentara a los hombres al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
¿Qué diremos del joven Seminarista Sanabria, del novel coadjutor de Nuestra Señora del Carmen en Cartago, quien revelara su encendido celo fundando allí la Sociedad de la Beca, del humilde Cura de San Ignacio de Acosta que con gran entusiasmo comienza a levantar el templo parroquial, del prudente Capellán y versado profesor del Colegio de Nuestra Señora de Sion, del Canónigo, del Canciller y Tesorero de la Curia Metropolitana?
Sencillamente que ante todo fue el ejemplar sacerdote, el evangelizador, el catequista, el confesor paciente en el tribunal de la penitencia, en fin el incansable dispensador de la inagotable gracia de Dios.
Todo cuanto hizo Monseñor Sanabria como sacerdote primero, como Obispo de Alajuela luego y finalmente como Arzobispo en orden a la recta formación del clero, no fue sino fiel reflejo de la altísima estima que guardó siempre por el sacerdocio de Cristo.
4. El Humilde Sabio
No fue Monseñor Sanabria un sabio sólo en el sentido de la expresión como la entiende el mundo. Fue ante todo el varón lleno de la sabiduría de Dios que por la acción del Espíritu Santo asiste a los hombres iluminando sus mentes, colmando de amor y de santo temor sus corazones, fortaleciendo sus voluntades para que se aparten del mal y practiquen el bien.
La humildad, que según Teresa de Jesús se identifica con la verdad, le permitió al teólogo, al escritor, al historiador, al sociólogo, al consumado Pastor, que todo esto fue Monseñor Sanabria de manera exquisita, darse cuenta de todo lo que habla profundizado en orden a los conocimientos humanos; pero el Prelado todo esto lo consideraba imitación de San Pablo, como nada, como basura, si lo comparaba con el conocimiento y seguimiento de Cristo.
Es imperativo que leamos, que estudiemos y nos aprovechemos en la mejor forma de las obras históricas, de las obras pastorales y de los escritos sociales del esclarecido Arzobispo; pero no debemos dejar de admirar, alabar, bendecir y agradecer al Señor, dador de todo bien, por esos esclarecidos e innumerables dones con que favoreció a Monseñor Sanabria y de los que él se aprovechó en forma admirable para servicio de la Iglesia y del mundo.
5. El Amado Pastor
Su hombría de bien, su profundo espíritu de fe, la práctica de la pastoral rural y urbana, sus experiencias valiosas en el campo de la educación y en la Curia Metropolitana, y sus dos años como Obispo de Alajuela contribuyeron admirablemente para que Monseñor Sanabria se distinguiera como el brillante segundo Arzobispo de San José.
Conocía perfectamente a sus sacerdotes, les amaba entrañablemente y les guiaba con paternal y pastoral solicitud.
A sus seminaristas, que lo ayudábamos semanalmente, por tumos, en las misas del domingo en la Catedral Metropolitana, nos acogía con bondad de padre en su mesa episcopal con un simpático desayuno. Cuando le ayudábamos en la administración del Sacramento de la Confirmación bondadosamente nos obsequiaba con unas monedas que lejos de apegarnos al dinero, nos hacía admirar al Arzobispo tan desapegado de éste.
Monseñor Sanabria amó sin buscar agradar, esa fue su gran divisa de Pastor. Pensó en la verdad, la amó, y la vivió y así nunca estuvo condicionado por sus propios caprichos ni por los de los demás. El peso de su amor pastoral le hizo vivir crucificado. Su premio no fue otro que el de poder amar así, a la manera del Buen Pastor Jesús que dio su vida por sus ovejas.(9).
Tener otras miras que éstas es lo que ha arruinado muchas vidas sacerdotales.
Monseñor Sanabria vivía tan hondamente sus responsabilidades pastorales que en más de una ocasión me correspondió ser testigo de sus lágrimas y un mes antes de su muerte me anunciaba estar cercano ese gran desenlace.
Supo Monseñor Sanabria pesar y medir las necesidades pastorales de sus ovejas y diligente como el que más en el desempeño de sus delicadas y difíciles funciones, convencido de sus personales limitaciones, trabajó en lo que creyó más urgente a fin de que quienes le sucedieran en el arzobispado lo hicieran sobre las sólidas bases que él había fundado.
No hubo campo de la pastoral por el que Monseñor Sanabria no se preocupara: la predicación, los Seminarios, las Misiones Católicas, la familia, la juventud, la educación católica, la catequésis, el apostolado seglar, los medios de comunicación, etc. etc.
Y como no bregaba con la mente puesta únicamente en su Iglesia particular fue entusiasta propulsor de la CEDAC (Conferencia de los Obispos de Centro América y Panamá) que se adelantó más de diez años a la fundación del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano).
Me contaba en una ocasión Monseñor Luis Chaves González, salvadoreño e íntimo amigo de Monseñor Sanabria, que éste en cierta oportunidad le manifestó que había concebido un Plan de Pastoral Social para toda América Latina, que si la Santa Sede lo autorizaba estaría dispuesto a ponerlo en práctica, y agregaba el metropolitano de ese hermoso país: «Todo cuanto he logrado en El Salvador, en el campo social lo debo al sabio consejo de Monseñor Sanabria».
Fue también Monseñor Sanabria el que en su gran visión de futuro dio los primeros pasos en orden a la creación de la Diócesis de San Isidro de El General.
Refiriéndose a Monseñor Sanabria como llorado Pastor expresa en su oración fúnebre Monseñor Alfredo Hidalgo, quien había sido su Vicario General: «Pienso que pocas Diócesis en el mundo podrían exhibir un hombre de las características de este hombre extraordinario… Prelado eminente en el amplio sentido de la palabra, un Prelado sabio y virtuoso tal y como lo desea la Iglesia, un Prelado amante de su Clero y de sus fieles como lo demostró él toda suvida; un Prelado valiente que no conoció el temor, el temor de decir la verdad, cuando es necesario decirla, aunque lastime corazones. Pierde la Iglesia de Costa Rica, el varón más ¡lustre, podemos decir sin equivocación«, (Mensaje del Clero, julio de 1952, pág. 157, Oración Fúnebre).
6. Dechado de Patriotismo
Toda la vida del gran Pastor costarricense, Monseñor Sanabria, fue la vivencia fecunda de un patriotismo a toda prueba. A Costa Rica la puso muy en alto con su conducta irreprensible, con los elevados dotes de su preclara inteligencia, con su voluntad heroica, con su sacrificio constante, sirvió de manera especial a su Patria en sus más nobles y legítimos representantes, en las clases más pobres y necesitadas, por convicción profunda y no por mezquina y vil propaganda personal. Colaboró afanosa y eficazmente por el establecimiento de las leyes sociales en el país, se distinguió como miembro de la Real Academia Española y la de la Academia Costarricense de la Historia, contribuyó con sus obras históricas y con sus escritos pastorales y sociales al engrandecimiento de la Patria en el campo religioso, cultural y social, principalmente.
A Monseñor Sanabria le correspondió intervenir en forma directa para mediar como miembro de la Junta de Notables en los momentos más difíciles del año 1948.
Bástenos citar al respecto las justicieras frases del Presidente don Otilio Ulate en su oración fúnebre y que dice así: «… Ahí donde estaba la constitucionalidad, veía situada la justicia. Siempre pensó que el país no debía apartarse de la constitucionalidad bajo ningún gobierno. Por entenderlo así y por su amor a la paz y por ser enemigo de los odios intervino en los sucesos de 1948, no en favor de los unos o de los otros, sino en favor de la justicia y de la paz. No pu»?do hacer recuerdos referentes a esos sucesos para maltratar a nadie ni para que nadie se sienta mortificado con mis palabras porque sería pecaminoso que lo hiciera. Ya muerto nada deberá decirse en torno de él que sea revivir malos recuerdos o resucitar las cosas que hicieron unos contra otros en el ardor de las pasiones.
La herencia espiritual de Monseñor Sanabria es patrimonio de todos los costarricenses y no puede apropiársela ningún partido ni tenerla por exclusiva ninguna ideología… Si todos los costarricenses hubieran puesto oído atento a su voz en el año de 1948, se habría salvado la paz, se hubieran afianzado las instituciones y no se hubiera derramado una sola gota de sangre costarricense. Aún hoy, después de su muerte, si no oímos su voz, que ya nos llega de ultratumba y si quedan ricos codiciosos y gobernantes soberbios, a todos los puede arrollar la nueva era del mundo… Tengo la esperanza de que el Venerable Cabildo se ocupara de la guarda de todos los documentos que sobre los sucesos de la época debe haber dejado Monseñor Sanabria para que cuando se haga la reconstitución histórica de los dolorosos episodios, surja de su recuerdo la figura de Monseñor Sanabria como la del Apóstol de la paz y de la fraternidad costarricense…«.
Del patriotismo de Monseñor Sanabria hablaba Monseñor Carlos Gálvez, recientemente fallecido y uno de sus más íntimos amigos diciéndonos: «Hombres como él hacen el milagro de que la Patria, pequeña en su territorio, sea grande en sus ideales«.
Monseñor Sanabria vivió el gozo, la alegría y el entusiasmo, la libertad de los hijos de Dios y por lo mismo siempre sirvió desinteresadamente a su Patria sin tratar jamás de servirse de ella.
Como recompensa a sus grandes preocupaciones por la gran causada la nación costarricense, Desamparados ha dedicado a Monseñor Sanabria su Colegio Vocacional; varias escuelas primarias llevan con orgullo el nombre del Prelado, su recuerdo perdura en la memoria de todos los costarricenses y la Asamblea Legislativa le honró con el mejor galardón con que pueda distinguir a un preclaro ciudadano al declararlo Benemérito de la Patria el 19 de noviembre de 1959.
Invocación
Monseñor Víctor Sanabria Martínez, varón excelso que cual astro rutilante pasaste por el cielo de la Patria dejando en él senderos de luz inagotable, míranos a nosotros Pastores, Obispos de la grey que con tanto amor apacentaste y haz que nos inspiremos en tu ejemplo para que enseñemos con nuestras palabras la verdad que ilumine las mentes con la luz ineficiente del santo Evangelio. Que no nos cansemos de predicar esa verdad que hiere y que a veces parece matar; que prediquemos aunque parezca que pregonamos en el desierto; pero que nos nos cansemos de hacerlo con tanta fuerza de nuestro espíritu, para que no nos repruebe el oráculo del Señor que por boca del Profeta Isaías nos dice: «Mis guardianes son ciegos todos, no entienden nada. Todos son perros mudos, que no pueden ladrar, soñadores se acuestan, son amigos de dormir. Son perros voraces, insaciables, son pastores que no entienden, siguen cada uno su camino, cada cual busca su interés»(10).
Pide, querido Monseñor, a Jesús el Pastor Bueno para que no se cumpla en nosotros los Pastores, el castigo que anuncia Ezequiel: «Yo arrancaré mis ovejas de su boca y no serán más su presa»(11), sino que como anuncia el mismo Profeta: «Busquemos la oveja pedida, tornemos la descarriada, curemos la que está herida, confortemos a la enferma; pero a la que está gorda y robusta la exterminemos, a fin de que pastoreemos con justicia»(12).
Henos aquí, Pastor amado, enfrascados en una situación dolorosa que con tu mirada de visionario anunciaste y de la que tanto te doliste. Vuelve piadoso tu mirada compasiva y tu generoso auxilio sobre esta Patria por la que tanto te sacrificaste y que hoy, al igual que tantas otras naciones de la tierra, se debate en el «maremagnum» del pecado. Del pecado personal y del comunitario, del pecado oculto y del público.
Pídele al Señor su luz y su gracia para que se disipen las sombras tenebrosas en el seno de la Patria, pídele su fuerza para que con humildad seamos capaces de reconocer nuestros yerros y de enderezar nuestros pasos por los derroteros del honor, de la dignidad, de la justicia, del amor y de la paz.
Que tu ejemplo cual estrella luminosa nos guíe a Pastores y fieles, a gobernantes y gobernados, a grandes y pequeños, para luchar por una Costa Rica de la que no tengamos que avergonzarnos.
Que tu sabiduría de maestro incansable de la justicia y de la paz se propague por todos los ámbitos de nuestra pequeña nación invitándonos a apagar nuestra sed de verdad, de justicia y amor en las fuentes puras del Evangelio.
Monseñor Sanabria Martínez, hoy hemos venido a este querido pueblo que te vio nacer y en el que descansan tus restos mortales, hoy nos reunimos aquí en el templo del Señor para darle gracia por la fecundidad de tu efímera existencia, hoy acudimos ante tu tumba, lecho donde apenas esperas tu feliz resurrección, para sentirte muy cercano a nosotros. Hemos venido a rendirte tributo, el tributo que le es debido a los grandes hombres; hoy cantamos y exaltamos tu memoria. Recibe, pues, en este día el modesto pero sentido homenaje que nacido de la gratitud más profunda que guardan hacia nuestros corazones de costarricenses, venimos a rendirte en los treinta y seis años de tu sentido fallecimiento.
ASI SEA
Mons. Ignacio Trejos
San Isidro, 8 de junio de 1988
Citas Bíblicas
1. Mat. 6,19-21
2. Luc. 8,21
3. Jn. 4,34
4. Mat. 16,24
5. Gal. 2,20
6. Jn. 19,30
7. Rom. 4,18
8. I Jn. 5,4
9. Filip. 3.7-8
10. Jn. 10,11
11. Is. 56,10-11
12. Ez. 34.10
13. Ibid. 34.16
Editado por la Dirección General de Museos del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes.
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