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El 7 de noviembre de 1889 Día de la Democracia costarricense

El 7 de noviembre de 1889 Día de la Democracia costarricense

El 7 de noviembre de 1889 Día de la Democracia costarricense

Iniciemos esta breve reseña sobre el 7 de Noviembre con las siguientes palabras de don José María Pinaud:

«La Conquista de nuestra vida democrática no fue un hecho aislado, sino que, dentro de nuestro proceso histórico, tiene a veces la entonación de la auténtica epopeya en que todo un pueblo abrió su pecho y alzó su diestra para conquistar sus derechos …«(1).

¿Cuál fue el motivo que llevó al pueblo costarricense a la epopeya del 7 de Noviembre? Para encontrar la respuesta a la anterior interrogante, debemos analizar el proceso político que se desarrolló en Costa Rica en aquel año.

Por espacio de casi una década Costa Rica había vivido dentro de la corriente del liberalismo que al fin, después de muchos intentos, había logrado introducirse en el país. Especialmente las administraciones de Próspero Fernández y Bernardo Soto, fueron las que se convirtieron en las abanderadas de este movimiento, tomando una serie de medidas de contundente corte liberal, tales como la expulsión de los jesuítas, secularización de los cementerios y la educación, etc.

Para el año 1889 los costarricenses se encontraban sumergidos en una de las campañas políticas más interesantes de nuestra historia. Por primera vez hace su aparición una institución vital dentro del juego democrático: el partido político. Antes de 1889, las campañas se efectuaban alrededor de una figura de suficiente prestigio intelectual y moral, y aunque esto no cambió después de 1889, lo importante es que después de aquél año, alrededor de esas figuras, se formaron grupos más o menos permanentes que formarán partidos políticos, claro está, de rasgos eminentemente personalistas.

Para el año 1889 se presentan en la lid política los dos primeros partidos políticos que registra nuestra historia, el Liberal Progresista con la candidatura de don Ascensión Esquivel, candidato al que podríamos darle el calificativo de «oficial». En la oposición a este movimiento, encontramos un partido organizado en su mayor parte por la acción de una joven figura política que empezaba a destacarse en el ambiente nacional: don Rafael Yglesias Castro. Este movimiento fue bautizado con el nombre de Partido Constitucional Democrático y presentaba como candidato a la presidencia de la República al Lic. José Joaquín Rodríguez, hombre sereno, reposado e inteligente que en aquel momento ocupaba el honroso e importante cargo de Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Ambos candidatos procedían de sectores un tanto diferentes. Esquivel era integrante de los llamados Olympos, o sea el círculo de valores intelectuales de mayor prestigio en el país en aquel momento y que acuerpaba en Costa Rica las ideas liberales. En cambio, el movimiento de Rodríguez tenía un carácter más popular; el movimiento constitucionalista pretendía acercarse más a los sentimientos del pueblo y, como veremos, esa será precisamente su carta de triunfo en las elecciones.

El 1º de mayo de 1889 el presidente Soto entregó el poder a don Ascensión Esquivel, aprovechando que éste estaba investido de la calidad de Designado a la Presidencia de la República. Esta actitud por supuesto despertó toda una ola de inconformidad dentro de la oposición a Esquivel, porque veía en la actitud del presidente Soto, una forma para presionar el triunfo del candidato del partido Liberal Progresista.

La ola de descontento en el país aumentó a tal grado, que don Bernardo Soto reasumió la presidencia el 10 de agosto de 1889. Pero ya el ambiente se había caldeado y las consecuencias de su actitud, la pérdida de la confianza del pueblo en el presidente, las sufriría don Bernardo poco tiempo después.

De acuerdo a la Constitución en vigencia, la de 1871, las elecciones se realizarían bajo el sistema de segundo grado. El 3 de noviembre se inició el proceso electoral de primer grado, que duraba tres días, para el nombramiento de electores. El ambiente que reinaba en aquel momento era el siguiente:

«La lucha advertíase pacífica bajo el amparo de la Ley. La discusión intemperante, el tono agresivo, la polémica ardiente y las recriminaciones por la prensa o la tribuna tendientes a exacerbar las pasiones y a prevenir los ánimos, habían pasado y los voceros de ambos partidos, en sus últimas ediciones, recomendaban a sus electores orden, mesura y serenidad …» (2).

Pero la actitud cuerda y mesurada que reinaba en las primeras horas del día, cambió sustancialmente en la tarde cuando,

«ante las manifestaciones de hostilidad de los constitucionalistas, los oficiales de la gendarmería se irritaron, ordenando a las gentes despejar la vía pública, por lo que los Rodriguistas procedieron a enfrentarse a esas órdenes, produciéndose tumultos con un buen saldo de golpeados y heridos, viviendo la ciudad horas de zozobra hasta altas horas de la noche …» (3).

En aquel ambiente se producen las elecciones que dieron una victoria arrolladora para el «Rodriguismo» que obtuvo casi el 90 por ciento de los electores y que aseguraban la elección presidencial del Lic. José Joaquín Rodríguez.

La fracción «Esquivelista» sin embargo, por lo menos parte de ella, no aceptó aquella derrota y en la tarde del 7 de noviembre sucedió un hecho inesperado. Un pelotón de policías salió a las calles de San José lanzando vivas a Esquivel y mueras a Rodríguez, al que se sumaron algunos grupos de elementos civiles, lo que formó una numerosa manifestación. Debemos aclarar que don Ascensión Esquivel estaba ajeno a aquellos movimientos de sus partidarios y, según cuenta la tradición, al enterarse de aquellos sucesos expresó: «Estas gentes me han hundido. Yo no quiero entrar a la Presidencia por la ventana …»

Aquella manifestación provocó la lógica, espontánea e inmediata reacción del «Rodriguismo» que rápidamente se lanzó a las calles de San José a defender el triunfo obtenido en las elecciones, ante aquello que parecía una decisión gubernamental de no respetar la voluntad popular. Fue don Rafael Yglesias Castro el que se encargó de organizar a las huestes constitucionalistas que muy pronto se vieron engrosadas por miles de costarricenses que defendían el sagrado derecho del sufragio. La forma en que se organizó aquel improvisado ejército que sitió la ciudad de San José desde las primeras horas de la noche, fue genialmente descrito por don José María Pinaud de la siguiente manera:

«El espíritu cívico había prendido en forma desusada y en todos los sitios habían surgido jefes y oficiales voluntarios a quienes el pueblo invistió con el derecho de conducirlos durante las horas de la organización y la refriega. Quienes armados de escopetas, quienes con revólveres y machetes, palas y picos y piedras, fue lo cierto que los siete mil sitiadores (en aquel tiempo se estimaron en diez mil) estaban preparados para atacar y resistir, manifestándose con plenitud su espíritu decidido y valiente …» (4).

En las primeras horas de la noche algunos de los grupos alzados en armas habían entrado en acción por lo que el conflicto se agudizaba y tomaba características de tragedia.

Por lo anterior algunos personajes importantes como el Dr. Carlos Duran, en ese momento Tercer Designado a la Presidencia, el Lic. Ricardo Jiménez, don Juan Fernández Ferraz, entre otros, se dirigieron al Palacio de la Presidencia a conferenciar con el presidente Bernardo Soto, al que hicieron ver la necesidad de que abandonara el poder debido a que el pueblo costarricense había perdido la confianza que en él, como presidente, había depositado. Además, el partido Constitucional Democrático pedía garantías para el resultado electoral, que no era más que respeto a la voluntad popular, y él, por las condiciones antes señaladas, no era la persona indicada para otorgar aquella garantía.

Don Bernardo Soto, comprendiendo la realidad de aquella situación, hizo ver que el gobierno contaba con la fuerza suficiente como para reprimir la azonada «Rodriguista» y mantenerse en el poder, pero a costa de la sangre de un enorme grupo de costarricenses que estaba dispuesto a ofrendar su vida a cambio del respeto a la voluntad popular.

Para evitar lo anterior y con el objeto de llevar al país de nuevo a la tranquilidad, encargó a don Mauro Fernández para que redactara el decreto por medio del cual se hacía entrega de la presidencia al Dr. Carlos Duran, quien nombró como Ministro General al Lic. Ricardo Jiménez.

Durante los meses que gobernó al país el Dr. Duran se logró conciliar a la familia costarricense, los derechos electorales que fueron defendidos con ardor el 7 de noviembre fueron respetados y así, el 8 de mayo de 1890, entrega el poder al Lic. José Joaquín Rodríguez.

Citas

1. Pinaud, José María, p. 7. 1942.
2. Pinaud, José María, p. 9,1942.
3. Ibidem.
4. Pinaud, José María, p. 22,1942.

Bibliografía

1. MONGE ALFARO, Carlos. Historia de Costa Rica. Trejos Hermanos. San José. 1966.
2. OBREGON LORIA, Rafael. Conflictos Militares y Políticos de Costa Rica. La Nación. San José, Costa Rica. 1952.
3. PINAUD, José María. El 7 de Noviembre de 1889. (La Epopeya del Civismo Costarricense). Imprenta La Tribuna. San José, Costa Rica. 1942.

Fuente: Revista Patria, 1971.

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