Fernando López Cruz

Carlos Gagini

Caracteres

No es extraño hallar en los Cuentos grises situaciones de contradicción y aun de pugna entre los caracteres de sus personajes Esta contradicción puede presentarse bien dentro de la nautraleza misma del personaje, como en “El tesoro del Coco”, bien entre personajes distintos, como se da en “A París”. Esculquemos en éste:

Federico Alvarez es un joven inteligente, “alto, delgado, de fisonomía franca y agradable, labios sensuales y ojos llenos de fuego”. Se dedica a los negocios y triunfa con la ayuda de su amigo, Ernesto Jiménez. Su carácter —su falta de carácter— se destaca en su inconstancia. Se acomoda al ambiente en que le corresponde actuar, pero siempre preocupado e inconforme; lamenta su partida del lado de los suyos, y apenas regresa añora su estada en París; se afana con la enfermedad de su hijito, y horas después estará en el teatro o en el café despreocupadamente; se entristece al perder de vista las costas de Francia, y al ver las de su patria siente “desbordarse del pecho la emoción y de los ojos las lágrimas”. De contrastes como éstos hay muchos ejemplos, y resaltan más si se compara su conducta con la de otros personajes. Ernesto es la otra línea de la paralela; en el espacio que las separa se va a mover la trama. Desde su aparición se mostrará generoso; insta y ayuda a Federico para que se dedique a los negocios, a título de ser antiguo condiscípulo suyo; a partir de entonces la situación económica y social de su amigo está resuelta. Poco tiempo después Federico es ya socio de la casa, y cuenta con la plena confianza de los otros. Esta confianza no la van a romper ni la prolongada e innecesaria permanencia en París, ni el abandono que Federico hace de sus obligaciones. Queda claro que, luego de la enfermedad, seguirá formando parte de la firma comercial.

En sus relaciones personales, también Ernesto lleva ventaja. Sincero en su trato, discreto en asuntos de carácter personal, servicial y solícito en las congojas del hogar amigo, soporta impávido la maledicencia y la calumnia y mantiene con lealtad su obligación hasta devolver la estabilidad al hogar deshecho.

Puede pensarse que ambos caracteres se desenvuelven en medios distintos, con desventajas para Federico, pues mientras a éste le corresponde actuar en un ambiente amplio, de mayor cultura, de cosmopolitismo y de frivolidad, Ernesto se mueve dentro de las limitacione?, de la vida aldeana; nada hace suponer, sin embargo, que esos factores sean los determinantes de la conducta de uno y otro. Ernesto tiene las mismas oportunidades de viajar que Federico, y alguna vez lo hace; pero sus viajes tienen una finalidad comercial, y dentro de ella se realizan.

El contraste de caracteres toma mayor relieve al comparar otros personajes: la esposa y la amante. Son tan obvios los propósitos del autor ai señalar diferencias que no es posible dejar de observarlos.

Problema y paisaje

El cuento de Gagini plantea generalmente una situación, un problema, un conflicto. No es de esperar, entonces, que se detenga en detalles que no sean coadyuvantes. La situación, conflicto o problema es una idea y, como tal, sobrepasa los límites geográficos que la enmarcan. Por eso no hay en Cuentos grises descripciones de paisajes sino como alusiones muy leves, apenas perceptibles para quienes conocen los lugares citados. El uso de toponimios costarricenses pudiera dar la idea de que la relación de asuntos sucede en los lugares nombrados; pero una persona ajena a esos nombres podría sustituirlos por otros, sin desventaja alguna para la narración. La aparente localización de escenarios es un recurso para darle mayor verismo, no para limitarlo a un área geográfica determinada, que pudiera interpretarse como obra de regionalismo. Tomemos un ejemplo:

En “La bruja de Miramar” da Gagini más datos acerca del ambiente que en ningún cuento: vive la tía Mónica en una choza de una sola pieza enclavada en una pequeña finca, lejos del pueblo; una mesa, un banquillo, un camastro, un baúl y el fogón como únicos enseres. Todo ayuda a tener presente las condiciones en que se sitúa a la bruja. Del otro lado, el pueblo con sus relativas comodidades y el buen vivir de la gente. Y ya tenemos los dos elementos del conflicto: de una parte, la tía Mónica, la bruja, viuda, solitaria, en pugna constante con una sociedad que la desprecia; de la otra, el círculo que se opone —dentro del cual se mueve su propio hijo— con su egoísmo y sus normas sociales y morales de miseria. Temen a la bruja. ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho a nadie? Su figura —encorvada, flaca, el rostro afilado, la mirada agresiva, cejijunta, pelo desgreñado y ceniciento, ropa negra raída— infunde un miedo respetuoso. Compran lo que les ofrezca por temor a un maleficio, pero se burlan de ella y se complacen en llamarla bruja. La tía Mónica lo sabe y no mueve un dedo para desvirtuarlo; la sociedad tiene una deuda con ella, y ella se la cobra. ¡Cuan caro le cuesta! Vivir sola, lejos del trato de la gente, ignorada hasta de su propio hijo, ocultando su único amor, su parentesco y su sacrificio… Así se lo ha pedido él, y ella se ahoga en razonamientos que justifiquen esa actitud. Todo, todo, con tal que no afloren la mezquindad y la cobardía, la poquedad de espíritu de su hijo.

La muerte viene entonces a ser la liberación de aquella ansia que nunca fue realidad en la tía Mónica… que su hijo y su mujer sean felices, como ella no lo fue.

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El diálogo

¿Cómo explicarnos la escasez de diálogo en los Cuentos grises? ¿A qué obedece el predominio del monólogo directo o directo libre?

Gagini es un autor que sabe lo que pretende, y no quiere que sus personajes actúen independientemente. El diálogo abundante se presta para que cada personaje adquiera su propia personalidad, su independencia mental y emocional. Puede suceder, entonces, que la trama se diluya o esfume, o que los caracteres crezcan y se escapen, ya del plan ordenado del cuento, ya del destino que les ha trazado. Y Gagini no está dispuesto a que lo dominen.

El diálogo aparece como un chispazo aislado, promovido inten-cionalmente, y se apaga al instante. De esta manera, el autor se asegura un dominio permanente sobre el tema y sobre los personajes .

Al monólogo directo recurre con bastante frecuencia, y lo entremezcla con el monólogo directo libre en forma tan espontánea que da trabajo separar uno de otro. El autor se hace del pensar y del sentir de los personajes, los somete al tamiz de su creación y logra encauzarlos por donde él quiere. Este dominio es el que hace posible la aternancia de las dos formas del monólogo. Alguna vez éste se diluye en descripciones y narraciones: no es casual: Gagini pretende con ello influir en el ánimo del lector, que se va adaptando a esa modalidad hasta aceptarla como la más apropiada a la monotonía o sopor, favorable al ambiente de los Cuentos grises, y eso es lo que se propone el autor a través de esa técnica.

De Cuentos y otras prosas

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