Este poemario presenta una visión poco conocida del amor, de la muerte y del silencio. El amor bordea los ámbitos de la “oscuridad” lorquiana: por eso en vez de ser un oasis de tranquilidad, es una vorágine de desazón, amargura y deseos inconfesos. La muerte es un ser ambiguo, como mujer es huidiza y veleidosa. Juguetea con su amado, segura de que tarde o temprano, lo tendrá en sus dominios. como hombre, es moreno de brazos fuertes y mirada tierna, a qui9en el poeta busca y llama con la esperanza de reposar en sus regazos.
Pese a lo anterior cuando la muerte ha tocado con sus dedos a un ser querido, es destructora y despiadada; ya no se la ve con la suavidad del amado, sino con el llanto del ser humano que ha sido herido por sus garras. El tema del silencio es fiel corolario de las dos anteriores; solo el silencio puede abrigar a quienes han amado o deseado la muerte de la manera planteada por el poeta, y solo resta el silencio para quienes no creen en una vida posterior a la muerte, como la pregona el texto.
El poemario consta de tres partes, ya enunciadas en el título: poemas del amor, poemas de la muerte y poemas del silencio, estrechamente relacionadas entre si. Cada poema está precedido por un epígrafe que, a decir del autor en el prólogo, buscó y piso después de haberlo escrito, con la finalidad de insistir en que nadie es absolutamente original, pues lo que un escribe, ya antes alguien lo ha dicho o escrito con mejor o peor estilo.
Esta es un obra de gran madurez literaria; cada palabra, cada verso, cada imagen y signo de puntuación -incluso, la división de las unidades métricas- responden al ritmo interior del poema en particular y del libro, en general. Por eso, se recomienda su lectura completa.
Aunque los poemas siguen estructuras mas o menos modernas, predominan en ellos la visión del poeta romántico: de un romántico perdido en esta era tecnológica.
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