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Dos mujeres y dos Símbolos

Símbolos Nacionales

Dos mujeres y dos Símbolos

Hay dos mujeres a quienes los costarricenses debemos admirar con todo cariño, por haber sido las nobles inspiradoras de nuestros símbolos: doña Pacífica Fernández de Castro, en la elección de los colores de la bandera, y doña Estercita Venegas de Zeledón, en la adaptación de la hermosa letra del Himno Nacional.

Doña Pacífica, distinguida dama de excepcional talento y de esmerada cultura, fue siempre la fiel consejera de su esposo el doctor don José María Castro Madriz; la inseparable compañera en sus viajes diplomáticos y particulares por el exterior; la gran alentadora del Patricio en sus nobles inquietudes de Gobernante.

Una tarde, después de la comida, sentados aún en torno de la mesa el doctor con su familia y algunos amigos de su intimidad, comentaba él con entusiastas y razonados argumentos la trascendencia que para Costa Rica significaría proclamarla República soberana, libre e independiente.

En el calor de aquel hermoso tema de sobremesa, surgió la idea de darle a la República una linda bandera cuya armonía de colores llegara a ser del beneplácito de todos los costarricenses.

Fue en esos felices mementos en que doña Pacífica, por una inspiración sublime, evocando la grata impresión que le causara la bandera francesa en los viajes que hiciera a Francia con su esposo, sugirió inteligentemente que ningún otro símbolo podría resumir toda la hermosura para nuestra república que una bandera con el blanco, azul y rojo distribuidos en simétricas franjas horizontales.

Y así nació nuestra bandera, en cuyo primer ejemplo bordó cariñosamente doña Pacífica, con finos hilos de seda, el primer escudo.

Doña Estercita Venegas de Zeledón, honorabilísima dama cuyos hermosos atributos de talento y sentimientos tanto la enaltecen, fue admirable colaboradora en la feliz creación de la bellísima letra de nuestro Himno Nacional.

Iniciada con todo éxito en la cultura artístico-musical bajo, la atinada dirección de doña Marita O’Leary de Hiñe, se fue a los Estados Unidos a culminar su perfeccionamiento en el complicado’ arte del teclado, para regresar luego convertida en una admirable artista del piano.

Poetas eximios come el recordado Padre Garita, como el Doctor Fernández Ferraz, hicieren todo lo posible por amoldar bonitas letras a la delicadísima pieza de nuestro Himno, inspiración sublime del gran artista don Manuel María Gutiérrez, pero siempre fueron advertidas algunas alteraciones de medición poética que afectaban notoriamente la melodía.

Cuando en 1903 fue abierto un concurso para la provisión de una letra más adecuada a nuestro Himno, uno de nuestros jóvenes poetas, orgullo de la literatura patria, don José María Zeledón Brenes, participó en el concurso.

Fue doña Estercita, la esposa del poeta, quien pacientemente, con un entusiasmo incomparable, con el más profundo sentimiento puesto en la majestad de la Patria, quien a la par del bardo discurría minuto a minuto, con inspiración y habilidad únicas, sus delicadas manos de consagrada artista por sobre el teclado, para ayudar a pulir los versos, de manera que música y letra rimaran con la maravillosa fluidez de un canto digno de nuestra querida Costa Rica.

Y así nació la hermosa letra de nuestro Himno Nacional, que con tanto entusiasmo y con tanto orgullo cantamos los costarricenses; al calor de la inspiración y del aliento de otra mujer admirable: doña Estercita Venegas de Zeledón.

Clemencia de Caamaño

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