porno windows 10 cena bayilik veren firmalar seks hattı

Pacífica Fernández

Pacífica Fernández

Doña Pacífica Fernández Oreamuno de Castro Madriz

La Primera Dama más joven, creadora de la bandera tricolor

Doña Juana Pacífica Luisa de los Ángeles Fernández Oreamuno nació en San José el 23 de agosto de 1828. Fue la tercera hija de los ocho que tuvieron don Manuel Fernández Chacón, quien fue Jefe de Estado durante un breve período en 1835, y su esposa doña Dolores Oreamuno y Muñoz de la Trinidad. Fue bautizada el 25 de agosto y sus padrinos fueron sus tíos don Mariano Montealegre Bustamante y doña Gerónima Fernández Chacón de Montealegre.

En julio de 1841, cuando Pacífica apenas iba a cumplir trece años, falleció en Puntarenas su padre, víctima de un trágico accidente. La futura Primera Dama y sus hermanitos Federico, Manuel y Próspero quedaron bajo la tutela de su madre, mujer de empuje y carácter independiente.

A mediados de 1842 regresó a Costa Rica don José María Castro Madriz, doctorado en Derecho y Filosofía en la Universidad de León de Nicaragua. Don José María, hijo único de don Ramón Castro y Ramírez y doña Lorenza Madriz y Cervantes, había nacido en San José el 1º de setiembre de 1818. En octubre de 1842 fue nombrado Ministro General del Estado, y poco después empezó a cortejar a la jovencísima señorita Fernández. El 29 de junio de 1843 contrajeron matrimonio en San José. El Doctor Castro tenía entonces veinticuatro años y doña Pacífica catorce.

El 18 de diciembre de 1844 nació la primera hija del hogar Castro Fernández, que recibió el nombre de María Eudoxia de Jesús. Casi simultáneamente a esta gran alegría, doña Pacífica sufrió un serio disgusto, cuando su madre entró en relaciones de noviazgo con don José Antonio Ramírez Hidalgo, un joven al que la señora llevaba veintiún años. Sus hermanos, que también objetaban el himeneo, decidieron abandonar la casa materna cuando se convencieron de que doña Dolores estaba decidida a casarse de nuevo. Se refugiaron en la casa de don José María y doña Pacífica, quienes los recibieron con afecto. Como consecuencia de la boda de doña Dolores y don José Antonio, efectuada en febrero de 1845, la antigua Primera Dama perdió la tutela de los tres chicos y ésta fue confiada legalmente a su yerno. El Doctor se había ganado el cariño de los muchachos y éstos lo consideraron más un padre que un cuñado. Don José María se preocupó particularmente por la educación de los jóvenes: envió a Federico y a Próspero a Guatemala, en cuya Universidad obtuvieron el bachillerato en Filosofía, en 1848 y 1854 respectivamente, y en 1847 aceptó el ofrecimiento del Capitán William Le Lacheur de llevar a Manuel a la Gran Bretaña, con el fin de que aprendiera inglés.

El Doctor Castro desempeñó el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación de abril a julio de 1844 (fue el primer Canciller de Costa Rica) y el de Representante por Desamparados de 1844 a 1846. Presidió el Poder Legislativo de marzo de 1845 a marzo de 1846. En agosto de 1846 fue elegido Vicejefe del Estado y Ministro General, y del 1º al 15 de diciembre de ese mismo ejerció interinamente el Poder Ejecutivo, por enfermedad del Jefe Supremo don José María Alfaro.

El 6 de marzo de 1847, cuando doña Pacífica estaba a punto de dar a luz por segunda vez, el Doctor Castro fue llamado nuevamente a ejercer la Jefatura del Estado, y al día siguiente le correspondió presidir en la capital las ceremonias para jurar la nueva Constitución Política. Esta abandonaba la terminología de Jefe y Vicejefe del Estado en favor de la de Presidente y Vicepresidente, por lo que Castro empezó a utilizar esta última denominación.

El Doctor estaba aún al frente de la administración el 25 de marzo, cuando fue bautizada en San José, con el nombre de María Angelina de Jesús, la segunda hija del matrimonio. El padrino de la niña fue el presbítero don Juan de los Santos Madriz y Cervantes, tío materno del Vicepresidente y principal candidato en aquel entonces para ocupar la todavía nonata diócesis de Costa Rica.

En las elecciones del 11 de abril de 1847 el Doctor Castro derrotó por amplio margen a don José María Alfaro, quien el 30 de ese mismo mes reasumió el mando supremo (con el título de Presidente Provisorio del Estado) casi que sólo para devolvérselo a Castro el 8 de mayo.

El Doctor Castro fue el Presidente más joven de nuestra historia: cuando llegó al poder sólo contaba veintiocho años. Sin embargo, era mucho menor doña Pacífica, quien se convirtió en Primera Dama de Costa Rica a la edad de dieciocho años. Posiblemente ni siquiera asistió a las ceremonias de traspaso de poderes: las costumbres de la época consideraban que eso era asunto exclusivo de los hombres, y además doña Pacífica debe haber estado guardando cuarentena por su reciente parto, conforme se estilaba entonces.

Durante la administración de Castro, que fue fecunda en proyectos y realizaciones pero política y militarmente agitada, cambiaron considerablemente ciertos aspectos de la vida nacional. El poder del Presidente era muy significativo en la nueva Carta fundamental, y la adulación al mandatario no tardó en surgir. Ya para octubre de 1847 el servilísimo Poder Legislativo había convertido a don José María Castro (con veintinueve años de edad y cinco meses de gobierno) en General de División y Benemérito de la Patria. Más tarde el mismo Congreso dispuso que debía aplicarse al Presidente el título de Excelentísimo, que también corre¬spondía al Legislativo y a la Corte Suprema.

El Doctor Castro logró en 1848 que Costa Rica estableciera relaciones diplomáticas con la Gran Bretaña, Francia y las Ciudades Hanseáticas de Bremen, Hamburgo y Lübeck. Decidió también que nuestro país abandonase la antigua denominación de Estado y adoptase la de República, a fin de borrar todo vínculo político con la desaparecida Federación centroamericana. Ello hacía recomendable, también, que Costa Rica arriase la bandera azul y blanco de la extinta Unión y se diese nuevos símbolos.

Los jóvenes esposos Castro Fernández eran sinceros y devotos admiradores de Francia, que en aquellos momentos atraía las miradas de Europa por la caída de la Monarquía de Julio y la proclamación de la Segunda República. Cuando don José María habló a su esposa de la necesidad de una nueva bandera, la Primera Dama pensó en los colores nacionales franceses y así se lo sugirió a su marido, aunque agregando:

«Francia recibió la civilización del sur, fueron los rayos perfectamente verticales, por eso los colores de su bandera corren en el mismo sentido. En Costa Rica no sucede lo mismo; debemos poner las franjas horizontales, como nos vienen los rayos:»

Fueron las hábiles manos de doña Pacífica las confeccionaron la primera bandera tricolor de Costa Rica, inspirada en la francesa. También fue en su casa donde surgió la idea de cómo podría ser el nuevo escudo nacional. Inspiró éste un gesto del ex Jefe de Estado don Antonio Pinto Soares, tío político del Presidente, según relata doña Angela Acuña de Chacón en su obra La mujer costarricense a través de cuatro siglos:

«Como era preciso tener un escudo, en casa de los esposos Castro Fernández se reunían personas muy allegadas, de influencia social y política, entre ellas Tata Pinto, a fin de idear un dibujo que pudiera servir de modelo. Sobre una gran mesa de aquella residencia se discutían los proyectos.

El señor Pinto, en una de las veces en que se trataba de descubrir la forma que llevaría el Escudo, se inclinó sobre el mueble y sostuvo la cara entre el pulgar y el índice de sus manos con los dedos restantes levantados en alto.

El Presidente Castro hizo un gesto de admiración y pidió al señor Pinto que no se moviera y que sacara la cara. Tata Pinto mantuvo la posición que, definitivamente, iba a ser el modelo para el escudo con las armas que ostentaba entonces. El señor Pinto hizo el dibujo y doña Pacífica lo bordó, primorosamente, en el Pabellón Nacional.»

El 29 de setiembre de 1848 el Congreso aprobó una ley mediante la cual se adoptaban como nuevos símbolos nacionales la bandera ideada por la Primera Dama y el escudo dibujado por don Antonio Pinto. Al día siguiente el país adoptó oficialmente la denominación de República de Costa Rica, y la nueva bandera, confeccionada personalmente por doña Pacífica se izó por primera en San José el 12 de noviembre de ese mismo año.

A pesar de estos hechos, y de que en el mismo mes de noviembre de 1848 el Congreso aprobó una nueva Constitución que ampliaba considerablemente los poderes del Presidente, la situación del gobierno de Castro se tornó cada vez más crítica. Los brotes golpistas eran frecuentes, la oposición no amainaba y el país enfrentaba una seria crisis económica como consecuencia de la baja de los precios del café en Europa. En tan difíciles circunstancias nació el tercer fruto del hogar presidencial, un niño que fue bautizado en San José el 7 de julio de 1849 con el nombre de Moisés Ladislao.

El 15 de noviembre de 1849 la inminencia de un golpe militar obligó al Doctor Castro a separarse interinamente del mando> supremo. No había Vicepresidente y el Congreso designó al Diputado don Miguel Mora para hacerse cargo de la primera magistratura. Al día siguiente, don José María firmó su renuncia que el Congreso le admitió enseguida, no sin colmarlo de halagos y de otorgarle el título de Fundador de la República.

Después de su caída, el Doctor Castro se dedicó a su familia y a sus fincas; pero el Presidente don Juan Rafael Mora, que inició su primera administración el 26 de noviembre de 1849, lo miraba con sumo recelo. En junio del año siguiente, cuando se dijo que Castro había tenido alguna participación en una fracasada conjura para derrocar a Mora, el Doctor creyó más prudente abandonar voluntariamente el país y se dirigió a Europa. Viajó por varios países del Viejo Mundo y durante su permanencia en Francia el Príncipe Luis Napoleón Bonaparte, Presidente de la República, le otorgó la Legión de Honor (Cabe recordar que el Príncipe Luis Napoleón, futuro Napoleón III, fue el primer Presidente de la República Francesa, al igual que Castro lo fue de la de Costa Rica).

El 19 de setiembre de 1850, en ausencia del Doctor, fue bautizada en San José su cuarta hija, que recibió el nombre de María Elena Enriqueta. Algún tiempo después don José María regresó a Costa Rica y pudo conocer a su nueva descendiente: pero el Gobierno de Mora vio con desconfianza el retorno del ex Presidente y el diario oficial comenzó a atacarlo. Se cruzaron palabras muy gruesas entre Castro y don Juan Rafael, y en agosto de 1851, tras una conversación con el primer mandatario, el Doctor aceptó abandonar la capital y retirarse a La Pacífica, la hacienda que poseía doña Dolores Oreamuno en Paso Hondo. A los pocos meses, el 30 de enero de 1852, un decreto presidencial lo expulsó del país.

El destierro de don José María dejó a doña Pacífica y a sus hijitos en una apurada situación económica, porque las fincas estaban llenas de gravámenes. Sin embargo, la joven señora hizo frente con denuedo a las dificultades; rechazó la liquidación judicial que se le propuso y no escatimó esfuerzo alguno hasta que obtuvo las prórrogas indispensables para poder pagar y salvar así del remate las propiedades de la familia. Tuvo además la desdicha de perder a su hermano Manuel, quien falleció en San José, el 17 de abril de 1853, a la edad de veinte años.

Por fin el Gobierno decretó una amnistía y el Doctor Castro pudo regresar al país. Transcurrieron algunos años de relativa calma y nacieron dos hijos más, José María y María Dolores.

Desde principios de 1856 soplaron vientos de guerra en Costa Rica. El Gobierno de Mora, que estaba a punto de emprender la guerra contra los filibusteros, confinó al Doctor Castro en su hacienda Palo Grande, en las vecindades de Desamparados. Sin embargo, don Federico y don Próspero Fernández, los hermanos de doña Pacífica, partieron de San José con el ejército nacional.

Al Doctor Castro se le permitió poco después retornar a la capital. Volvieron también las tropas costarricenses, que tras obtener las victorias de Santa Rosa y Rivas habían sido diezmadas por el cólera. Afortunadamente, los dos jóvenes Fernández regresaron sanos y salvos a San José… tan sólo para que una nueva tormenta se abatiera sobre la familia. En junio de 1856 se descubrió una nueva conspiración contra el gobierno de Mora y se abrió proceso contra el Doctor y su cuñado el Capitán don Federico Fernández, a quienes se acusaba de haber participado en la conjura. Al Doctor Castro ni siquiera le tomaron declaración: a los pocos días, por órdenes expresas de don Juan Rafael Mora, se le expulsó del país, junto con don Federico y otros personajes. Aparentemente, Mora daba por descontado que en cualquier acción en su contra forzosa e inevitablemente debía estar involucrado Castro.

La desventurada doña Pacífica, quien en ese mismo año dio a luz un niño, Manuel Ramón, tuvo que enfrentar nuevamente las amarguras de la separación. El Doctor se trasladó a Guatemala y residió allí durante algún tiempo. Finalmente el Gobierno levantó la orden de expatriación y don José María regresó a Costa Rica. Se mantuvo apartado de la política y se dedicó a sus fincas y a su familia, que en 1858 se vio acrecentada con el nacimiento de otra niña, María del Rosario. Por esa misma época aceptó el cargo de Magistrado de la Corte Suprema para el que fue elegido por el Congreso.

En 1859, año en que nació su hija María Pacífica, la fortuna sonrió nuevamente al Doctor Castro. Don Juan Rafael Mora fue derrocado y los golpistas proclamaron Presidente provisional a don José María Montealegre Fernández, primo hermano de doña Pacífica. Montealegre nombró a Castro Ministro de Relaciones Exteriores, cargo que sirvió de modo efímero, y después fue elegido para presidir la Asamblea Constituyente que emitió la nueva Carta fundamental. En abril de 1860 se le designó Regente de la Corte Suprema de Justicia, destino en el que permaneció durante seis años consecutivos.

En enero de 1860 falleció en San José, la madre de doña Pacífica, doña Dolores Oreamuno de Ramírez. La hacienda de Paso Hondo se dividió entre doña Pacífica y don Próspero Fernández, quien años más tarde vendió su parte al Doctor Castro.

El desembarco de don Juan Rafael Mora y sus partidarios en Puntarenas, en setiembre de 1860, provocó honda inquietud en la familia de doña Pacífica, pues su hermano don Próspero figuró entre los soldados que marcharon hacia el puerto a rechazar a los moristas. Pronto llegaron a San José las noticias de la derrota de Mora; pero los Castro se enteraron también de que don Próspero había sido herido en los combates en La Angostura. don José María Castro, con el ánimo de tranquilizar a su esposa, decidió investigar personalmente cómo estaba su cuñado y marchó a toda prisa a Puntarenas. Afortunadamente, don Próspero se encontraba fuera de peligro y a poco ambos regresaron a San José.

Y fuera de peligro estaba también el régimen instaurado por la Constitución de 1859. En la Presidencia se sucedieron don José María Montealegre y don Jesús Jiménez, mientras el Doctor Castro continuaba regentando la Corte Suprema y su familia seguía creciendo, con María Cristina, Tulia, Ramón Jorge José…

A principios de 1865 el Gobierno del Presidente Jiménez designó al Doctor Castro como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Colombia, con el propósito de que negociase un convenio de límites con las autoridades de ese país. Don José María aceptó el nombramiento y decidió llevar consigo a doña Pacífica. En Bogotá fueron objeto de exquisitas atenciones y la negociación diplomática concluyó el 30 de marzo de 1865 con la firma de un tratado ventajosísimo para Costa Rica, que lamentablemente se malogró después.

Después de regresar de Bogotá, doña Pacífica dio a luz su decimotercera hija, María Julia Matilde de Jesús Castro Fernández.

En ese mismo año de 1865 surgió la idea de llevar nuevamente al Doctor Castro a la Presidencia de la República. Aunque Castro era casado con una prima suya, el proyecto no contaba con la simpatía de los poderosos hermanos Montealegre y sus allegados, entonces árbitros de los destinos del país; pero la candidatura se desarrolló gracias a un juego curioso y original, que pusieron en ejecución el General don Pedro García Oreamuno, don Manuel Argüello Mora, don Eusebio Figueroa y otros partidarios del Doctor.

Todo empezó en agosto de 1865, con la celebración de un baile en Cartago, en homenaje a Castro, al que fue invitado lo más encopetado del vecindario mediante una invitación suscrita por el General García y en el que se omitían las demás firmas «por ser muy numerosas». Los cartagineses acudieron en tropel al Palacio Municipal, donde se celebraba el baile. El Doctor prodigó «buenas palabras, dulces promesas y fuertes apretones de manos». En realidad, casi ninguno de los presentes era partidario de Castro; pero en su fuero interno ninguno sabía a ciencia cierta si los demás lo eran. El baile resultó muy lucido y la treta no llegó a descubrirse.

También en Heredia y en Alajuela se organizaron bailes en honor del Doctor, en los que este se vio rodeado por las familias más influyentes de esas poblaciones. Como por ensalmo, la candidatura fue tomando cuerpo y los indecisos empezaron a ser los menos. El 6 de enero de 1866 le tocó el turno a San José, y al baile castrista asistieron los comandantes de los cuarteles capitalinos, don Máximo Blanco Rodríguez y don Lorenzo Salazar Alvarado. Desde ese momento se les borró la sonrisa a los Montealegre y sus amigos, que se habían tomado a broma los bailes y la candidatura.

En las elecciones de abril de 1866 el triunfo de don José María Castro fue abrumador y el 8 de mayo tomó posesión de la Presidencia. A la edad de treinta y siete años, doña Pacífica volvió a ser Primera Dama de Costa Rica.

El papel de la esposa del Presidente, aunque seguía siendo muy modesto, ya no era tan oscuro como en 1847. El primer mandatario y su familia continuaban residiendo en su casa particular, pero ahora existía un Palacio Nacional donde se efectuaban actos oficiales; ocasionalmente había que agasajar diplomáticos y la Primera Dama debía concurrir con el Presidente a algunas celebraciones y misas solemnes.

Durante la segunda administración de don José María, en 1867, doña Pacífica dio a luz su decimocuarto y último hijo, José Ricardo Castro Fernández.

Un golpe militar terminó con el Gobierno de Castro el 10 de noviembre de 1868, y la familia se retiró a La Pacífica. En mayo de 1869, después de anunciar que había descubierto una conspiración, el Gobierno de don Jesús Jiménez ordenó al Doctor que se mantuviera recluido en su hacienda. Después empezaron las conspiraciones contra Jiménez, y don José María Castro se ligo con los conjurados, entre los que estaba su hermano político don Próspero Fernández.

El 27 de abril de 1870 fue derrocada la administración Jiménez y ascendió a la primera magistratura don Bruno Carranza Ramírez, cuya esposa doña Gerónima Montealegre Fernández era prima hermana de doña Pacífica de Castro. Algunos meses más llegó a la presidencia don Tomás Guardia, cuya hermana Cristina era cuñada de doña Pacífica por su matrimonio con don Próspero Fernández.

Las relaciones entre Guardia y el Doctor Castro experimentaron altos y bajos. En los primeros años de don Tomás fueron muy tormentosas: en mayo de 1874, don José María, que que era Rector de la Universidad de Santo Tomás, se mezcló con su cuñado don Federico Fernández en la llamada conspiración de los Desamparados, y terminó sufriendo un nuevo confinamiento. En julio de 1877, al fracasar una intentona golpista contra don Vicente Herrera, el Doctor fue detenido y se le engrilló en el patio la propia residencia presidencial. Sin embargo, pronto fue puesto en libertad y unos meses después Guardia lo nombró Secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas, cargo que sirvió durante varios años, a pesar de que su nieto don Rafael Iglesias Castro estuvo confinado en Talamanca de 1881 a 1882 por haber participado en otra conjura contra don Tomás.

Para el Doctor Castro, según escribió don Rafael Obregón su hogar fue un templo y sus horas más felices era las que pasaba allí; cuando se alejaba de los suyos, sufría intensamente. En noviembre de 1879, estando en Puntarenas, dirigió a doña Pacífica apasionadas líneas:

«… te escribo para decirte que la distancia que nos separa tortura el corazón con que te adoro. ¿Cómo he podido alejarme de tu lado, bien mío? Yo no me lo explico, y ahora que despierto y no te veo ¡cuánto sufro!»

Doña Pacífica tuvo oportunidad de viajar nuevamente. Estuvo en Francia, España y otros países del Viejo Mundo. Y desde Europa partió hacia Oriente, a convertir en realidad uno de los sueños más grandes de su vida: visitar Tierra Santa. Su profunda fe religiosa se robusteció mientras admiraba emocionadamente las áridas tierras donde había predicado el Salvador del Mundo, la Jerusalén de reyes y profetas, la pequeña Belén que tantas veces había imaginado al hacer el portal navideño… El viaje de don» Pacífica a Palestina, entonces ínfima dependencia del Imperio» Otomano, causó verdadera sensación en San José.

A fines de 1881 don José María tuvo que viajar a Panamá para representar a Costa Rica en una conferencia continental sobre arbitraje. En las primeras horas del 1º de enero de 1882 escribió su esposa una carta en la que le manifestaba:

«Feliz año, alma mía; feliz sea en el plácido seno de nuestra numerosa descendencia y de los cinco amados hijos que han unido su suerte a otros tantos de los que llevan nuestra sangre; feliz te sea al lado del esposo que Dios te ha dado, de este esposo de quien eres el pensamiento y la vida, y cuyo corazón sustentan el amor y las angelicales dotes del tuyo… He dejado a esta hora, presuroso, el lecho para dirigir así mi primer saludo, mis primeros votos y primeras letras en 1882 a la que es primero en el recuerdo para mí. Recíbelo, bien mío, como yo recibiendo estoy tus brazos, forjados por mi mente, sobre este pecho altar de tu imagen que idolatro… Abraza en mi nombre uno por uno de nuestros hijos, nietos, etc., cólmalos de caricias y diles que soy yo…»

En mayo de 1882 doña Pacífica y su hija doña Cristina acompañaron a don José María a las ceremonias de inauguración de la vía mixta al Atlántico (formada por la carretera llamada de Carrillo y la línea férrea entre Río Sucio y Puerto Limón), en las que el Doctor representó al enfermo Presidente Guardia. doña Pacífica y su hija figuraron entre las primeras mujeres que efectuaron el recorrido de ida y vuelta entre Limón y San José por vía mixta, que después fue estúpidamente abandonada.

En julio de 1882 murió don Tomás Guardia, y tras el breve gobierno de su yerno don Saturnino Lizano, ascendió a la Presidencia don Próspero Fernández, el hermano menor de doña Pacífica. El Doctor Castro continuó al frente de la Cancillería y fue elegido como Segundo Designado a la Presidencia. don Federico Fernández fue nombrado Gobernador de San José.

A principios de 1885, como era su costumbre, doña Pacífica se trasladó a la hacienda de Paso Hondo para pasar allí el resto del verano. A La Pacífica le llegó, como otras veces, una pequeña y cariñosa carta de su marido, en la que le expresaba:

«Mi querida esposita:

Me ocupo de lo que me es más grato: de escribirte, y con la dicha de poder asegurarte que todos los de esta tu casa gozamos de perfecta salud… no obstante el sufrimiento moral que siempre experimento cuando una separación de leguas me impide ver tu semblante de ángel, oír tu voz de amor y de razón, y palpar con mi propio pecho los latidos del tuyo por mí…»

Un suceso inesperado interrumpió las vacaciones de la distinguida señora: la guerra. El Presidente guatemalteco Rufino Barrios Auyón había decidido restablecer por la fuerza la Unión Centroamericana, y Costa Rica se aprestaba a defender en el campo de batalla su independencia y la bandera tricolor surgida de manos de doña Pacífica.

Al saber la noticia, la antigua Primera Dama regresó a toda prisa a San José. Pero las desgracias nunca vienen solas: el 12 marzo murió súbitamente en la villa de Atenas su hermano el Presidente. Se le sepultó con solemnidad, pero no había tiempo para muchas ceremonias ni lágrimas. El Doctor Castro, como Canciller de la República, estaba abrumado de preocupaciones. Hijos y nietos de doña Pacífica fueron llamados a filas.

El destino no permitió que doña Pacífica tuviera el consuelo de saber que la guerra se quedó en preparativos y no se vertió sangre costarricense. Falleció en San José, víctima de un fulminante ataque al corazón, el 31 de marzo de 1885, a la edad de cincuenta y seis años. Veinte días después, el 19 de abril, su sobrina y tocaya doña Pacífica Fernández Guardia se convirtió en Primera Dama de la República, al contraer nupcias con don Bernardo Soto Alfaro.

Don José María Castro murió en San José el 4 de abril de 1892, a la edad de sesenta y tres años.

Busto de Pacífica Fernández

Busto de doña Pacífica Fernández en el Cementerio General.

Fuente: Las Primeras Damas de Costa Rica, ICE 2001

Comentarios Facebook

Etiquetado en:
Este sitio utiliza cookies. Conozca más sobre las cookies